miércoles, 16 de octubre de 2019

DOBLE VERDAD


Asistimos en estos momentos en Cataluña, según la información oficial que se nos dispensa, a una movilización pacífica y espontánea de la ciudadanía contra las condenas a los políticos, la cual es reprimida pacíficamente también por los Mossos, que tratan de proteger a la buena gente de los sinsabores potenciales de una acusación injusta por sedición, a cargo de unos fiscales perversos.

La explicación no acaba de cuadrar con las imágenes emitidas por las cadenas de televisión. Son imágenes en directo y en continuo, no puede alegarse que han sido seleccionadas y manipuladas. Incluso los organismos oficiales reconocen que la reacción a las condenas no está siendo todo lo pacífica que debería, si bien llaman a la comprensión del mundo mundial dada la magnitud de la venganza de los aparatos de un Estado opresor contra personas cuyo único delito consistió en poner las urnas.

La labor de maquillaje mediático alcanza tanto a las consecuencias como a las causas de esta situación. Se destila una doble verdad impostada y contradictoria. En una Cataluña pacífica, la movilización ciudadana eminentemente pacífica ─bueno, sí, con invasión de aeropuerto, intentos de forzar la entrada en la sede de las instituciones, cortes de carreteras y ferrocarriles, quema de contenedores, etc.─ está siendo pacíficamente tutelada ─bueno, sí, a porrazos y pelotazos de goma─ por unas fuerzas del orden cumplidoras de su estricto deber, porque en este país el orden público es religiosamente respetado y respetable.

Con la boca chica se reconoce que hay violentos en algún lugar de esta performance, pero se aclara que son marginales y ajenos a la cuestión. La opción elegida por nuestros comunicadores es, como de costumbre, omitir todo lo no relacionado con el núcleo inicial del conflicto (unos se habrían limitado a poner las urnas, otros se vengan de ellos con condenas judiciales excesivas sea cual fuere su dimensión); y en particular se deja en la sombra el hecho de que desde el Palau de la Generalitat se sigue animando a la “resistencia”, a la vez que se justifica su represión.

Ciento treinta heridos o lesionados, y un ojo perdido, es el balance hasta el momento. Los indicios son de que la escalada va a proseguir. Podría haber muertos y de quién sería la culpa, como ha señalado Xavier Vidal-Folch. El oráculo orate de Waterloo ya ha acomodado tal vicisitud en su relato: en Euskadi hubo cerca de mil muertos y no se aplicó el 155, dice. Ergo, hay margen de sobra, sería la conclusión tácita. 

Si se calla el hecho de que en el origen de esta situación estuvo el forzamiento consciente por el Parlament y el Govern de todas las legislaciones competentes para promulgar unas “leyes de desconexión” sin el respaldo exigible a semejante iniciativa, todo lo demás que se nos cuenta resulta una jerigonza incomprensible, sin lógica ni coherencia.

«No nos entienden», dicen compungidos quienes al observar el entorno concluyen sotto voce que «estamos en el buen camino». En eso al menos llevan la razón. No les entendemos.