lunes, 28 de octubre de 2019

TIEMPO DE TRABAJO Y TIEMPO DE VIDA


Quizás el fenómeno de la “feminización” del sindicato, tan comentado a partir de la irrupción de mujeres muy capaces en unos órganos de dirección en los que, sin embargo, los varones aún conservan cierta ventaja, está ayudando a la puesta en valor de una temática laboral más rica en la medida en que se “amplía” a aquello que ocurre fuera del estricto horario laboral, pero que está directamente condicionado por él.

Dicho en breve: las mujeres tienen una mejor percepción del tiempo que los varones. Según una observación de Vittorio Foa, en su libro autobiográfico “El caballo y la torre”, el término ‘tiempo’ tiene dos significados eminentemente distintos: el tiempo abstracto de la fábrica, que abarca las operaciones productivas y se mide con el cronómetro, y el tiempo-duración, aquel en el que se enmarca nuestra existencia, el que nos provoca en su momento arrugas en la piel y el blanqueo de nuestro pelo.

Es este segundo ‘tiempo’ el que perciben mejor las mujeres. Los varones están ─estamos─ demasiado condicionados por la idea de una “centralidad” del trabajo remunerado que nos lleva a clasificar como ‘tiempo lleno’ el dedicado directamente a la producción, y ‘tiempo vacío’ o hueco el restante, el dedicado genéricamente al descanso y al ocio.

En cambio las mujeres están equipadas “de serie” con un reloj biológico que rivaliza en exigencia con el cronómetro de la fábrica; y se ven más o menos obligadas por convención social a una segunda jornada de trabajo centrada en las tareas de mantenimiento, reproducción y providencia, tanto más importantes por cuanto el llamado en tiempos Estado-providencia se ha difuminado sin dejar prácticamente huellas.

Todo ello viene a colocar el tiempo de la vida ─en general para todos, y más específica y urgentemente para las mujeres─ como un objetivo de importancia creciente en la labor tutelar del sindicato. Los temas “estrella” del salario y de las garantías de fijeza y duración en el puesto de trabajo dibujan hoy por hoy un ámbito de protección (por un lado) y de autonomía de las personas (atención a esta idea) claramente insuficiente. Se van abriendo paso conceptos como la decencia, la dignidad de las personas, los valores, los derechos nuevos, la calidad de la vida. Cuestiones que no afectan en rigor más a las mujeres que a los varones, pero hacia las cuales sí muestran ellas una mayor sensibilidad.

No es que todas estas cosas sean una novedad absoluta y no se hayan dicho nunca antes. Por sorpresa, he encontrado en una nota a pie de página de un libro, el siguiente apunte de Karl Marx (en Historia de las doctrinas económicas, y comentando una reflexión anterior de David Ricardo): «Riqueza es el tiempo de que se dispone.»

No es una metáfora ni una exageración. Disponer de más tiempo de vida y para la vida significa para la persona un ámbito mayor de autonomía y de libertad, y este es un objetivo esencial para el sindicalismo, porque de poco valdría mejorar las condiciones materiales de un trabajo esclavo. Desde luego, es esencial asimismo para la política, en la medida en que la política se dirige a dar satisfacción a los intereses críticos de los ciudadanos, y no a los de los consumidores de productos y servicios.

Quizás en lugar de hablar de la centralidad del trabajo, deberíamos preconizar la centralidad del tiempo de vida.