miércoles, 9 de octubre de 2019

PACTAR LAS POLÍTICAS TRANSFORMADORAS



Laura Pennacchi. Quizás algún lector se pregunte por qué publico una nutrida galería de fotos de mujeres protagonistas de nuestro tiempo. La respuesta es sencilla: porque se lo merecen.


En dos posts recientes de esta bitácora (1), he empezado a esbozar los aproches (es decir, en lenguaje militar los preparativos para el asalto a una fortaleza: logística del abastecimiento, aplanamiento del terreno, trincheras, etc.) de  una idea política nada nueva en la literatura que frecuento, pero sorprendentemente ausente en las preocupaciones de las organizaciones de nuestra izquierda patria, así políticas como sindicales.

Se trata, sucintamente expresado, del problema de quién dirige la innovación, y hacia dónde la dirige.

La innovación aparece en el momento presente como una necesidad vital. Pongamos que hablo de la transición ecológica, a fin de evitar una práctica continuada de esquilmo de las materias primas, de exterminio de especies animales y vegetales, de polución atmosférica, de calentamiento global, etc. Pongamos que hablo de la derogación, o al menos de la complementación, del PIB como instrumento de medida del crecimiento económico, habida cuenta de que el PIB parte de una confusión culpable entre creación de riqueza y extracción de rentas, por no hablar de su desprecio olímpico de todos los trabajos de cuidados a las personas, tan importantes para el bienestar globalmente considerado, pero a los que atribuye un valor económico igual a cero.

Todos estamos más o menos de acuerdo en la necesidad de enderezar ese curso de los acontecimientos; todos echamos pestes del neoliberalismo y de la financiarización. Pocos, en cambio, consideramos que esté en nuestras manos cambiar las cosas.

Como es muy posible que no se entienda bien lo que estoy diciendo, voy a poner un ejemplo que me parece paradigmático. Pepe Álvarez, secretario confederal de UGT, escribe en Nueva Tribuna un artículo bajo el titular «Por una transición energética justa». Y este es el subtitulillo elegido por la publicación como síntesis de su propuesta: «Exigiremos al gobierno contundencia con la dirección de la empresa para el mantenimiento de estas dos centrales en funcionamiento.» Las dos centrales aludidas son las térmicas de As Pontes y Litoral, que funcionan con carbón. A Pepe Álvarez eso no le importa, al parecer. La descarbonización de la economía debe de parecerle una paparrucha; solo defiende de forma acérrima los puestos de trabajo.

Eso no es “transición energética justa” sino “no transición de ninguna clase”. Estamos de nuevo en el caso de las fragatas para Arabia Saudí. Hay una fuerza de inercia en la subalternidad asumida por los sindicatos, que es perdedora. Se trata de la posición que predica resistencia pétrea al cambio, sin alternativa.

Los partidos políticos de la izquierda no ayudan a corregir el tiro porque no tienen un criterio definido en esta cuestión, y solo ven a los sindicatos como posibles caladeros de votantes. De este modo se deja la innovación en manos del capital, del mundo de los negocios, que a su vez introduce un sesgo particular en el modo de aplicar esa innovación. Qué coño va a ser neutral la tecnología. Estamos viendo todos los días los resultados de una tecnología sublimada y celosamente aplicada; de un mundo ordenado por medio de algoritmos tramposos.

Negociar los algoritmos, entonces, es imprescindible; pactar las políticas concretas desde los intereses de las clases trabajadoras y, mejor aún, de las personas humanas que trabajan. Pero no desde la miopía de la defensa cerrada y sin matices del puesto de trabajo, sean cuales sean las características benéficas o nocivas de ese trabajo, sino desde la consideración de un entorno complejo que afecta a la vida, a la salud, a la educación, a la vivienda, a toda una perspectiva y un proyecto de futuro.

Esta es labor inexcusable de los sindicatos. Y no solo de ellos sino de los partidos de izquierda, cuando consigan superar su infatuación y su dispersión, y se den cuenta de que el trabajo, el vilipendiado trabajo, es el único y el gran denominador común imprescindible para una política de progreso.

Solo una nueva alianza estratégica, después de la rotura de la correa, entre partidos, sindicatos y movimientos sociales, puede generar la necesaria capacidad de negociación con las elites detentadoras de la innovación.

Estos serían los objetivos de fondo según los expresa Laura Pennacchi, economista, coordinadora del Forum Economia nazionale de la CGIL, en un trabajo reciente (2): «La idea de un pacto por las políticas transformadoras es ciertamente preciosa y connatural a la historia del movimiento obrero y sindical, en particular en Italia. Pero hoy necesitamos insertar esa idea en un marco todavía más ambicioso, porque necesitamos someter a crítica tanto la “racionalidad política” de la innovación, como su “racionalidad científica”, en particular la “racionalidad del algoritmo” con su pretensión de responder a una naturaleza objetiva dirigida a transformar todos los fenómenos en estados de necesidad cerrados a todo espacio de alternativa.»

Soy consciente de que han sido, con diferencia, los dos artículos menos visitados del blog en fechas recientes. Qué se le va a hacer, insisto de todos modos.

(2) AAVV, Lavoro e innovazione per riformare il capitalismo. A cura de Laura Pennacchi e Riccardo Sanna. Ediesse, Roma, 2018.