Esto es lo que
escribe Amanda Mars en elpais sobre la sesión en la que Donald Trump ha salido
absuelto en el proceso por impeachment:
«La
historia de un país, vista de cerca, mientras se fragua, puede resultar
tediosa, hasta vulgar. En las dos semanas que ha durado el tercer juicio a un
presidente desde la fundación de Estados Unidos se ha visto a senadores
haciendo crucigramas y aviones de papel, dormitando y metiendo caramelos de
contrabando en la sala. Las sesiones, maratonianas, han mostrado lo prosaicas
que pueden llegar a resultar las horas cruciales de una nación, sobre todo
cuando el desenlace lleva tiempo escrito.»
Todos los senadores republicanos ejercieron de “brazos de
madera” salvo uno, Mitt Romney, que decidió votar en conciencia y alinearse con
los brazos de madera demócratas, por escrúpulos éticos obsoletos en esta
posmodernidad de la desvergüenza.
El gesto inviste al senador Romney como un “caballero sin
espada” para emplear el título con el que se exhibió en España una película de
Frank Capra de 1939, Mr Smith Goes to
Washington.
Romney ha salvado su honor personal, nada más. Ha sido el
último de la fila. James Stewart, en su papel cinematográfico como el joven Jefferson Smith,
conseguía además, mediante diversos e ingeniosos trámites, defender la democracia
y destapar una trama de corrupción. Pero aquello sucedía en vísperas de una macroguerra
contra el nazismo, y los Estados Unidos del presidente FD Roosevelt tenían empeño en postularse como defensores de los valores universales civilizatorios.
La película concurrió a 11 óscares y obtuvo solo uno, al
mejor guion adaptado. Hoy en día, ni siquiera habría sido nominada. Un
aburrimiento invencible sacude a la clase política cuando se trata de
salvaguardar los valores colectivos de la sociedad democrática.