martes, 18 de febrero de 2020

CAGONTÓ



Words are flowing out
Like endless rain into a paper cup
They slither while they pass
They slip away across the universe

(Las palabras fluyen como lluvia incesante
en un vaso de papel,
resbalan al pasar y se desvanecen
a través del universo.)

THE BEATLES, Across the Universe


Nunca oí a Marcelino Camacho cagarse en dios; ni para el caso, en ninguna otra cosa visible o invisible. Marcelino era verbalmente respetuoso con todos hasta el escrúpulo: del capitalismo, en lugar de decir que es una puta mierda, nos contaba que es como un gorrión (un saltito a un lado, el picoteo frívolo de una migaja de pan o de una semilla, un revoloteo, vuelta a picotear la miguita, un salto en otra dirección, el vuelo a una rama baja de un árbol vecino, el regreso inmediato al suelo…)

El respeto sin concesiones era la forma particular de estar en el mundo de Marcelino, y una de las razones de su ascendencia más allá de su propia clase. Todos preferimos por instinto a quien argumenta, mejor que a quien se limita a despotricar.

A veces, sin embargo, odiamos los argumentos y preferimos que nuestro rival político eche los pies por alto. Para la derecha bien pensante es casi un alivio la existencia de Willy Toledo, un bocazas sin la menor duda.

Pero no me parece justificado procesar por blasfemia a Willy Toledo. Ni por injurias a ese fulano de Vox que considera que los varones de izquierdas empotramos mal a nuestras señoras. La libertad de expresión no es cómoda, pero es preferible a la represión de la expresión.

Cagarse en dios es seguramente una muestra tangencial de respeto a dios. Uno se caga en cosas importantes, no en fruslerías. Nadie se ha cagado aún, que yo sepa, en los algoritmos, en las redundancias o en el permanganato de sodio.

La mierda sobreabunda, en particular en los países ricos con dietas de muchas calorías. Pero cada cual tiene prioridades respecto del lugar o la institución donde deposita la suya propia, valiosa desde el punto de vista psicoanalítico según la doctrina de Sigmund Freud, que sostuvo que muchos no llegamos a superar nunca la fase anal de la sexualidad.

Entonces, dios es antes que nada una prioridad importante en la que descargar propiciatoriamente nuestra desazón por tantas cosas.

Yo, quizás por un ánimo panteísta, prefiero el Todo en el momento de evacuar mis malos humores. El Todo es algo redondo, completo y sin fisuras. Cagándome en tó (el monosílabo es muy superior al bisílabo por la brevedad y la concisión expresiva), me siento Uno con el Universo.

Cagontó.