Algunas aritméticas
electorales han lanzado el globo sonda de que una coalición del tipo España
Suma, entre el PP y Cs, «haría bajar a Vox, empataría con el PSOE y haría
ganador al bloque de derechas».
Ginesilla de
Paropilla (Inés Arrimadas, para quienes no hayan captado el guiño cervantino) y
Pablo el Diácono están poniendo a punto el invento de cara a las elecciones
vascas y gallegas. Se trata de un experimento con gaseosa, porque en Euskadi
apenas hay nada que rascar, y en Galiza está ya todo rascado de antemano.
Pero si
el cotarro se anima con la gresca y hay indicios de que la idea cae bien en la
intención de voto, la cosa podría ser trasplantada a las próximas elecciones catalanas,
que tendrán de nuevo características de plebiscito y serán convocadas
posiblemente para el próximo octubre, después de calentar los ánimos con una
nueva Diada en panavisión y tecnicolor, contando sin duda con el aditamento de juramentos renovados,
por parte de los figurones de costumbre, de que “volverán a hacerlo”.
La herida profunda y sin cicatrizar de Cataluña podría servir de ese modo de acicate para
una recomposición letal de las derechas españolas. Del diálogo constructivo entre fuerzas
políticas que sigue siendo torpedeado con contumacia por los emisarios de
Waterloo, pasaríamos a un nuevo escenario de “menos café para todos”.
Los
signos premonitorios del nuevo escenario posible se multiplican: después de la
retirada del busto de Abderramán III de una plaza de Cadrete (Zaragoza), ha
venido el borrado de los versos de Miguel Hernández del cementerio de la
Almudena de Madrid. Monseñor Rouco Varela, cardenal presbítero de San Lorenzo
en Dámaso, amenaza con reducir la asignación a Cáritas si se aplica el IBI legal
a las propiedades inmuebles de la iglesia católica. Mariano Rajoy ha expresado
su prudente deseo de que el actual gobierno “no haga demasiado daño” a España (???) al favorecer, como lo está haciendo, a los españoles equivocados.
Incluso el Maestro
Ciruela, que no sabía sumar y puso escuela, podría alertar a la ciudadanía de
que ese rebullir iracundo en las sacristías, las salas de banderas y las
alcantarillas peor ventiladas de la Administración, ni tiene horizonte ni tiene
porvenir. Esa España No Suma.