Napoleón y Josefina, pintura de
H.H. Piffard.
Cuando un portavoz
de Vox aseguró a los medios que el problema de los varones de izquierda era que
no empotramos bien a nuestras mujeres, me limité a pasar página desde una doble
presunción, llamémosla “benévola”: a) que el tal “empotramiento” era una figura
retórica para referirse a la coyunda satisfactoria; b) que aquel bendito de
dios exageraba sus virtudes erotizantes, del mismo modo que tanta gente tiende
a creer que el delantero centro del club de sus amores es mejor que Messi solo
que no ha tenido tanta suerte en la vida.
Eventos posteriores
me obligan a reconsiderar mi primera y precipitada toma de posición. Es el caso
que un senador por Vox de Ceuta (aunque reside en Málaga), de nombre Juan Ros
Alcaide, fue denunciado una noche aciaga a la Guardia civil por empotrar
─física, literalmente─ a su legítima.
De inmediato fue
suspendido de militancia por su partido, y renunció a su acta de senador; sí,
cierto. Pero ahora sale con la pepla de que no quiere renunciar al escaño, que las
acusaciones son falsas y le pillaron “en un momento de vulnerabilidad”, y que pretende
seguir en su puesto senatorial “por la confianza, el afecto y el respeto que
siempre ha tenido de los ciudadanos”.
No aclara el señor
Ros cuáles son esos ciudadanos que sienten por él “confianza, afecto y respeto”;
para empezar, no sabemos si son ceutíes, o malagueños, o simplemente los
correligionarios de su cuerda en el hemiciclo.
Más delicada es la
cuestión de a qué “vulnerabilidad” se refiere, y en qué sentido; del mismo modo
que será conveniente revisar el concepto de “empotrabilidad” de las mujeres,
que al parecer las hace tan felices (y confiadas, afectuosas y respetuosas,
para seguir con la triada de conceptos manejada por el andoba).
Convendría en este
punto conocer la opinión de su mujer. Arriba tienen una ilustración del
emperador Napoleón, practicando sin complejos el manspreading, y de Josefina. Sabemos poco sobre el punto de vista de Josefina
Beauharnais sobre todas las cosas en general, y en particular sobre la escena íntima que muestra el artista.
Esta sociedad
tiende a invisibilizar a las mujeres en toda circunstancia. Siempre es malo
hacerlo; pero peor aún cuando ellas pasan por momentos de “empotramiento”
físico y “vulnerabilidad”, de modo que, de ser visibles, aparecerían a los ojos
de todos con magulladuras varias y cercos en los ojos “moraítos de martirio”.
Mi reciente amiga
de facebook Pilar Morales, secretaria de las Mujeres de CCOO en Madrid, lo ha
expresado con toda claridad en un artículo publicado en Cuarto Poder, bajo el título:
«No se puede tapar el sol con un dedo ni negar la violencia machista».