Teresa con Pablo, en días
antiguos de vino y rosas (foto tomada de el periódico)
José Luis López
Bulla acaba de colgar en la red uno de sus artículos antológicos (él los llama
ejercicios de redacción, cosa que me devuelve a los tiempos de la escuela,
cuando el maestro de gramática ─en mi caso llevaba sotana─ nos daba veinte
minutos para entregar una composición sobre la llegada del otoño, y venga todos
los escolares de hablar de las hojas muertas, sin haber escuchado aún a
Montand).
La cosa de José
Luis trata de la fragmentación de la principal opción de izquierda en Andalucía:
éramos pocos, y aún vamos a ser menos. El motivo de la elegante separación con
abrazo incluido es difícil de entender, pero José Luis lo desvela con una frase
que rezuma verdad por los poros: «Una cosa es la voluntad de las bases y otra la autolegitimación del
dirigente que, rayana en el divismo, fija la ortodoxia que ─se dice─ viene
desde los tiempos antiguos.»
Las cosas claras:
la voluntad de las bases es lo de menos. José Luis pone en cursiva la palabra “bases”,
seguramente para sugerir que ya no existen, por lo menos en el sentido de
antes: un colectivo caracterizado por una condición común y unas aspiraciones
compartidas, agrupado en torno a una dirección reconocible con la que ese colectivo interactúa a partir de convicciones muy profundas y de un optimismo de la
voluntad presente incluso en tiempos difíciles.
Ahora los partidos
políticos se han verticalizado, y vienen a sustanciarse en la comunión casi
religiosa entre un líder carismático y un auditorio disperso. Lo que hay entre
uno y otro son expertos en comunicación, sondeadores de opinión, y cajas de
resonancia variadas.
No es de extrañar
entonces que Teresa Rodríguez decida instalar su propio chiringuito, y que dios
reparta suerte. No es serio, pensamos quienes estamos educados al modo antiguo;
pero para la lideresa, la política no pasa de un modo de expresión
personalísimo, y se ilusiona con la perspectiva de que haciendo las cosas a su
manera va a recoger muchos likes en las redes.
Cierto que esos
likes no le servirán de nada, a efectos de mejorar la vida de las personas
andaluzas, y que la perspectiva de ahormar un gobierno plural de progreso en
Andalucía se aleja más aún, con su iniciativa.
Pero al parecer, es
precisamente la idea de un gobierno plural lo que la ha espantado. Gobernar con
personas que no piensan lo mismo que una, le parece a Teresa un suplicio. Ella
prefiere vivir a la contra, y cuanto peor, mejor.