domingo, 16 de febrero de 2020

LA DESHONESTIDAD DE JAVIER CERCAS



Benito Pérez Galdós


Javier Cercas desmereció a Galdós en un suplemento cultural. Bueno, no es una noticia de primera plana. A don Benito, allí donde está, le importa poco; a don Javier la maniobra le reportó seguramente eso que tanto necesita, vidilla con la que salir en los papeles y publicitar su obra.

Antonio Muñoz Molina entró al trapo. Don Antonio defiende valores, en una época en la que los valores están de capa caída. Es el único reproche que se le puede hacer; en todo lo demás, la defensa que hizo (también en páginas culturales) de la literatura de Galdós fue irreprochable.

Ahora Cercas responde a AMM con una carta al director de El País en la que defiende su propia posición y acusa al otro de suponerle motivos espurios y no estrictamente estéticos.

Con esa carta, lo que hace Cercas sobre todo es seguir alimentando su propia publicidad. Mantiene que Galdós fue didáctico en exceso en su poética, y considera una temeridad e incluso disparate situarlo a la altura de Dickens y de Flaubert. Pero Dickens fue más didáctico todavía que Galdós, comparen a Oliver Twist con Doña Perfecta. Y lo mismo cabe decir de Tolstói, ese enorme pelma en busca del alma del mujik; o de Balzac en favor de la Restauración, o de Dostoyevski en contra de los demonios nihilistas. Es verdad que Flaubert defendió el arte por el arte en contra del didactismo; pero sería la misma temeridad y el mismo disparate sostener que Flaubert es, por esa razón, superior a los otros literatos citados.

No excluyo que Cercas se descuelgue otro día con otro artículo atacando a Flaubert por la razón contraria a aquella por la que ha rebajado el mérito de Galdós. Sería muy propio de él, porque es un adicto a la vieja táctica de que cuando pitos flautas, y cuando flautas, pitos. Cercas “farfalonea”, como el Cherubino de Las Bodas de Fígaro.

Esa deshonestidad de Cercas, consistente en que las verdades y las mentiras no lo son en razón de una vara de medir de platino iridiado, sino en razón de la conveniencia propia de quien sentencia, no es, claro está, exclusiva del mundo literario. Ahí tienen (entre otros muchos que podrían analizarse) algunos ejemplos resonantes de deshonestidad política, muy recientes. Sobre José Ignacio Echániz hablé yo mismo hace pocos días. Sobre Teresa Rodríguez no me extiendo porque ya lo ha hecho mucho y bien José Luis López Bulla. Y lo mismo digo de Oriol Junqueras (el “cardenal Mazzarino”, un alias debido a la aguda observación de Lluís Rabell) porque, si no había quedado patente para todos su sibilina manipulación de los hechos en la entrevista de Évole en la Sexta, lo ha resaltado con tino Ferran Monegal en El Periódico.