Una imagen potente:
una ministra en el ejercicio de sus funciones, pero desprovista del esplendor
habitual de busto parlante impecable, del que se revisten habitualmente las personas
de su alta condición con la ayuda inapreciable y sacrificada de los
asesores de imagen, maquilladores, avisadores, cámaras, etc.
Teresa Ribera
sufrió ayer un percance inesperado con la patilla de sus gafas en pleno directo
televisivo de una sesión de la Comisión Parlamentaria de Transición Ecológica y
Reto Demográfico.
Perdió la patilla,
pero no la serenidad. Incluso se rio de sí misma, virtud que siempre es de
agradecer.
Y continuó impertérrita
su parlamento, leyendo los renglones derechos de sus notas con las gafas
torcidas.
Tuvimos en tiempos
muchos ministros por la patilla. Las ministras de ahora mismo lo son a pesar de
la patilla.