sábado, 15 de febrero de 2020

ENAMORADOS QUE PRESCINDEN DE SAN VALENTÍN



Primer documento gráfico en el que Carmen y Paco aparecemos juntos (La Garriga, hacia 1954).


Leo en la vanguardia que hubo de cierto algunos Valentines mártires en época romana, y uno de ellos hizo el milagro de curar a un epiléptico según las actas de los antiguos cristianos; pero de ninguno en particular puede decirse que patrocinara a los enamorados.

La tradición, al parecer, arranca del poeta inglés Chaucer, que en alguna parte puso que por San Valentín, cada ave busca su pareja. Este breve apunte ha bastado para desarrollar una potente propaganda en nuestra época, cuando tiende a medirse el amor por el consumo.

Lo que importa de San Valentín, entonces, es la fecha, y no las circunstancias del santo. Los enamorados en cuestión, de otro lado, son los pájaros, que usan aparearse en épocas determinadas, en tanto que los/las humanos/as lo hacemos a conveniencia, porque el celo nos dura todo el año sin respetar días festivos ni laborables, ceremonias religiosas ni civiles, días fastos ni nefastos. (Si bien datos estadísticos constatan que los apareamientos se han visto potenciados puntual y asombrosamente en algunas zonas geográficas y sentimentales en coincidencia con los goles de Andrés Iniesta).

Queda claro que ni San Valentín, fuera obispo o presbítero, mártir o confesor, se preocupó mayormente de los enamorados, ni los enamorados (me incluyo entre ellos) nos preocupamos, a la recíproca, de San Valentín.

Tampoco, he de confesarlo, me presenté ayer delante de Carmen con un ramo de flores o una caja de bombones en la mano. Ella me habría preguntado a qué cuento venía la novedad. A nuestro enamoramiento no le hacen falta pruebas materiales fehacientes, como las que exigen los tribunales en los juicios representados en las teleseries. Nos querernos día a día y ya está, sin desembolsos a fecha fija y sin plazo expreso de caducidad.