Acaba de aparecer
en las redes (en InfoLibre y en Metiendo Bulla) un texto importante firmado al
alimón por José Luis López Bulla y Javier Tébar ─dos buenos amigos─, titulado “Sindicalismo
y política en la nueva legislatura”. El tema merece algún comentario añadido.
No es que el
sindicato deba meterse ahora en política; el sindicato siempre ha estado en la
política.
Para demostrarlo
tendríamos que empezar por buscar una definición adecuada de la política, es
cierto. El sindicalista italiano Riccardo Terzi constataba que cuando hablamos
de “política” nos ocurre que nos referimos a veces a cosas diferentes, incluso muy
diferentes. Hay quienes piensan, por ejemplo, que la política se construye en
las instituciones: en el Parlamento, en los decretos-ley y las órdenes
ministeriales, en las sentencias de los tribunales, etc. Es una visión
reductiva.
Podría añadirse a
lo anterior la “política” vista como actividad de los partidos políticos, lo
que da como consecuencia que el sindicato es un intruso en ese quehacer. Pero también
esa concepción es reductiva.
Si consideramos, en
cambio, que la política es en democracia una cosa de todos y en la que todos
participamos, le estamos dando un giro de ciento ochenta grados a la cuestión. Para
esa política que se hace entre todos, para la política como praxis cotidiana, también el
sindicato, y el movimiento feminista, y los movimientos ecologistas, y otros
aún, son protagonistas de la política. Y también las redes sociales, el
facebook, en la medida en que sean capaces de proponer alternativas y de
apoyarlas.
Desde este último punto
de vista, el sindicato es otro sujeto político más, aunque no se presente a
elecciones políticas (las elecciones no son el centro de la actividad política,
son de un lado un trámite necesario, y de otro la coartada para un show business que en alguna medida
desfigura la política y recorta la democracia).
La aparición del
sindicalismo en la nueva legislatura no ha de verse, entonces, como un
acontecimiento excepcional. Es más, los sindicatos no deberían limitarse a
prestar un apoyo genérico a la “política”; sería conveniente que “hicieran”
política desde la negociación colectiva y desde el control de las condiciones
de la producción en los “ecocentros de trabajo”, como los llaman los dos
autores citados arriba.
Para poner un
ejemplo que resultará claro a todos, misión del sindicalismo no es solo
mantener alto el listón de la seguridad y la higiene dentro del centro de
trabajo, sino además vigilar las emisiones y los vertidos tóxicos al aire o a
las aguas vecinas. Un control efectivo de las emisiones desde los comiteles y/o
las secciones sindicales de determinadas empresas, una exigencia "desde abajo" de renovación
de la flota de transporte de mercancías de la empresa por carretera con criterios de mayor
limpieza energética, serían elementos importantes para configurar una nueva
relación de compromiso activo, desde las organizaciones reales de los sindicatos, con una de las prioridades políticas
del nuevo gobierno de coalición de progreso.
Y se demostraría de
paso que el sindicato es un sujeto político incluso sin querer, como aquel
burgués gentilhombre de Molière que hablaba en prosa sin saberlo.