martes, 4 de febrero de 2020

EL SINDICATO COMO SUJETO POLÍTICO


Acaba de aparecer en las redes (en InfoLibre y en Metiendo Bulla) un texto importante firmado al alimón por José Luis López Bulla y Javier Tébar ─dos buenos amigos─, titulado “Sindicalismo y política en la nueva legislatura”. El tema merece algún comentario añadido.

No es que el sindicato deba meterse ahora en política; el sindicato siempre ha estado en la política.

Para demostrarlo tendríamos que empezar por buscar una definición adecuada de la política, es cierto. El sindicalista italiano Riccardo Terzi constataba que cuando hablamos de “política” nos ocurre que nos referimos a veces a cosas diferentes, incluso muy diferentes. Hay quienes piensan, por ejemplo, que la política se construye en las instituciones: en el Parlamento, en los decretos-ley y las órdenes ministeriales, en las sentencias de los tribunales, etc. Es una visión reductiva.

Podría añadirse a lo anterior la “política” vista como actividad de los partidos políticos, lo que da como consecuencia que el sindicato es un intruso en ese quehacer. Pero también esa concepción es reductiva.

Si consideramos, en cambio, que la política es en democracia una cosa de todos y en la que todos participamos, le estamos dando un giro de ciento ochenta grados a la cuestión. Para esa política que se hace entre todos, para la política como praxis cotidiana, también el sindicato, y el movimiento feminista, y los movimientos ecologistas, y otros aún, son protagonistas de la política. Y también las redes sociales, el facebook, en la medida en que sean capaces de proponer alternativas y de apoyarlas.

Desde este último punto de vista, el sindicato es otro sujeto político más, aunque no se presente a elecciones políticas (las elecciones no son el centro de la actividad política, son de un lado un trámite necesario, y de otro la coartada para un show business que en alguna medida desfigura la política y recorta la democracia).

La aparición del sindicalismo en la nueva legislatura no ha de verse, entonces, como un acontecimiento excepcional. Es más, los sindicatos no deberían limitarse a prestar un apoyo genérico a la “política”; sería conveniente que “hicieran” política desde la negociación colectiva y desde el control de las condiciones de la producción en los “ecocentros de trabajo”, como los llaman los dos autores citados arriba.

Para poner un ejemplo que resultará claro a todos, misión del sindicalismo no es solo mantener alto el listón de la seguridad y la higiene dentro del centro de trabajo, sino además vigilar las emisiones y los vertidos tóxicos al aire o a las aguas vecinas. Un control efectivo de las emisiones desde los comiteles y/o las secciones sindicales de determinadas empresas, una exigencia "desde abajo" de renovación de la flota de transporte de mercancías de la empresa por carretera con criterios de mayor limpieza energética, serían elementos importantes para configurar una nueva relación de compromiso activo, desde las organizaciones reales de los sindicatos, con una de las prioridades políticas del nuevo gobierno de coalición de progreso.

Y se demostraría de paso que el sindicato es un sujeto político incluso sin querer, como aquel burgués gentilhombre de Molière que hablaba en prosa sin saberlo.