Relieve de Pakal, en la base del
llamado templo de las Inscripciones, en Palenque (Chiapas, México).
Estaba yo en el
museo de Olimpia, delante de la reconstrucción del frontón del templo de Zeus.
Los pedazos de figuras habían sido dispuestos en sus lugares correspondientes,
y unas líneas o dibujos más complejos ayudaban al visitante a imaginar cómo
pudo ser aquello en el momento justo en que Fidias le dio el visto bueno final
y se declaró satisfecho con el resultado.
Mi nieta Carmelina,
de cinco años entonces, me tomó de la mano y me preguntó: «Avi, ¿por qué lo
guardan si está roto?»
La pregunta era
buena, y no supe darle una respuesta convincente. A posteriori, intuyo
vagamente que la humanidad es una serie, y nosotros mismos una simple secuela
de esa serie. Cuando desenterramos y recomponemos fragmentos de los capítulos anteriores, estamos contribuyendo a explicarnos a nosotros mismos.
Es un trabajo
continuo de retrocarga: lo perdido retorna, y lo que fue y ya no es y sale a la
luz nos enriquece, proyecta una dimensión nueva sobre los asuntos más bien
planos que nos ocupan.
En Pompeya siguen
las excavaciones en la Regio V y se suceden los hallazgos magníficos: pueden
ser la pintura de una Leda asombrosamente próxima a nosotros, o el simple
garabato sobre una pared que nos indica que la erupción del Vesubio se produjo
entrado ya el otoño, y no en agosto. A las dos cuestiones me he referido en otros momentos
(1).
Recientemente se ha
identificado en Aguada Fénix, ayuntamiento de Balancán, Tabasco, México, una
gran estructura maya de una antigüedad insospechada según las pautas utilizadas hasta ahora para historiar aquella cultura. Lo interesante es que no parece haber habido una
estratificación social compleja, y tampoco un culto religioso perceptible; fueron los progresos en el cultivo del maíz, en su recolección y almacenamiento, los que motivaron al parecer aquel primer desarrollo urbanístico.
Algo parecido pudo
producirse en Cnossos, el centro principal de la civilización cretense. Y todo ello podría ser un indicio de demostración arqueológica de aquella afirmación de
Carlos Marx según la cual es la infraestructura la que determina ─a largo plazo
y a través de toda una serie de mediaciones─ la superestructura, y no a la inversa.
Algo a lo que, simplificando, se ha dado el nombre de materialismo histórico.
La civilización
maya, entonces, no habría descendido del cielo, como creía Erich von Däniken en
base a un relieve de la tumba del rey Pakal donde él vio a un astronauta en su
cápsula espacial. Fue consecuencia de una organización humana que optimizó el
cultivo del maíz y permitió el asentamiento urbano de grupos de población hasta
entonces exiguos e itinerantes. La casta sacerdotal, los sacrificios humanos y
la apropiación privada de los recursos, vendrían luego.