Encuentros en la tercera fase
He vuelto a
Poldemarx, después de tantos meses. El sol calienta más de la cuenta en este solsticio
de verano. Recorro las calles estrechas y floridas con la mascarilla colocada
en su lugar correcto, pero soy casi el único. Hay mucha gente joven desenmascarillada,
que alborota y gesticula sin parar.
Un hecho nuevo: la
enorme cantidad de mariposas que revolotean en el aire, como desorientadas. Son
mariposas sin gracia, de color pardo y vuelo torpe. Se topan una y otra vez con
las paredes blancas, con los paseantes, o entre ellas unas con otras.
Una mariposa parda
de otro tipo hace esfuerzos por atraer mi atención desde un rincón inesperado
de la portada de un ejemplar en venta de una cabecera renombrada: «¡Eh, que estoy aquí! ¡Oiga! ¡Sí, usted, a usted
le hablo! ¿A que no adivina en qué fecha voy a convocar las elecciones?»
Lo dice en catalán,
claro. Yo lo traduzco aquí en beneficio de mi audiencia, que para mí es lo
primero.
Además, yo soy un
ñordo. Sin redención posible. Qué le vamos a hacer, llevo mucho tiempo
resignado a serlo.
Volvamos al revoloteo
virtual de nuestra mariposa parda, que también parece tropezar con todo y canturrea
por lo bajini aquella canción de los sesenta, “Qué tiempo tan feliz”.
Pena que todo se
acabe, me dice con un guiño pícaro. Ha sido bueno mientras duró. Me he subido
el sueldo dos veces. Y ahora, si me sale de los bajos, cierro las fronteras y
vuelvo a poner el país en la Fase 2. Aquí no entra ni un español ni un guiri. Puedo
hacerlo.
Por decir algo, argumento
que el sector turístico se le va a encrespar. Algunas de las personas que
pasean por la Avenida del Doctor Furest sin mascarilla hablan en lenguas
exóticas.
Sí, es un
inconveniente, pero el sector turístico debe comprender que estamos en tiempo
de sacrificios. ¿Le he dicho ya que me he subido el sueldo dos veces? ¡Ah, qué
tiempo tan feliz!
Está usted en la
segunda prórroga y no hay penaltis, le digo haciendo uso de mi tono más cruel, para
remover el hierro en la herida.
Claro, claro. Y no
puedo pactar con nadie, ni siquiera con los míos. Por cierto, ya ni me acuerdo
de quiénes son los míos. Nadie me quiere, excepto tal vez los herederos de los
hermanos Badía.
No esperará que mi
corazón sangre por usted, le espeto a bocajarro. Yo soy solo un ñordo.
No reclamo su
compasión, pringado. Solo le planteo un acertijo, como hizo Edipo con la Esfinge.
Al revés, le
corrijo.
Habría mucho que discutir al respecto, pero no vamos a reñir por eso. Bastante reñidos estamos ya usted y yo. Escúcheme bien, pienso llevarme a la tumba el secreto de la
fecha de las elecciones catalanas. Las elecciones se harán de todos modos, pero serán ilegales. ¿Qué me dice? ¡Tiemble después de haber reído!