En facebook dos
amigas han montado un grupo abierto titulado Els viatges de l'Argonauta. Argonauta puede ser, en este caso,
todo el que se sienta tal. Yo mismo, sin ir más lejos.
He buscado en mis discos
duros algún recuerdo apropiado de Rodas, mi paraíso terrenal particular. Rodas
ha sido muy fotografiada, hasta la exasperación si se quiere. Las dos imágenes que
incluyo corresponden, sin embargo, a lugares no demasiado visitados, en la costa
oeste.
Siguiendo la
carretera que bordea esa parte de la costa, llega un momento, más allá de Mandrikó
y del puertecito pesquero de Kámiros Skala, en que la ruta asciende hacia el interior.
Destaca allí la silueta de una fortaleza en ruinas, que fue baluarte de la Orden
del Hospital, y que recibe el nombre de Kastellos. Cerca de Kastellos está
tomada la primera foto; una colección de islotes ocupa una porción del mar, con Halki, la mayor y más elevada del grupo (593 m), asomando a la
izquierda de la imagen que tiene a Carmen de protagonista.
Muy cerca de ese
lugar está el pueblo de Kritinía. Frente al mar, en alto sobre la costa, un edificio
muy blanco con arcadas airosas guarda un pequeño museo de etnología rodia. Desde el mirador
del museo, a la puesta del sol, las islas se transmutan en un grupo de siluetas
azuladas a contraluz, y el mar aparece como un espejo de plata que en el último
instante, cuando el sol roza ya el horizonte, vira a un rojo intenso.
Siguiendo hacia el
sur, la carretera bordea el macizo de los Attáviros (1215 m, máxima altitud de
la isla), y por Siána llega a un pueblo de nombre curioso, Monolithos, cuyo origen quizás sea la excrecencia rocosa sobre la que se encarama otra fortaleza hospitalaria
en ruinas, dominando una bahía de dimensiones perfectas entre los cabos de
Armenistís y de Furni. Es ahí donde aparezco yo (abajo) frente a un islote verde que se
diría desprendido del acantilado.
Las dos fotos son
de mayo de 2005, tomadas casi con seguridad el mismo día. Un mes antes había
venido al mundo en el nosocomio (hospital) de Rodas-capital mi nieta Carmelina.
Las dos efemérides, el nacimiento de un lado y la aparición de las islas del
otro, se entrelazaron para mí en una larga epifanía gozosa.