Golpe de estado de Pavía, en un
grabado de la época.
Ayer mismo, a
propósito de una entrevista a Javier Pérez Royo en la que el catedrático de
Derecho Constitucional exponía que ha existido “un golpe de Estado fracasado”,
comentábamos un amigo de Facebook y yo que tal vez sea prematuro darlo por
fracasado. Yo hablaba de un golpe “en stand by”.
Lo sucedido en el
Congreso en relación con los acuerdos con Gran Bretaña sobre la fiscalidad de
Gibraltar me obliga a contradecirme en tan solo unas horas: en mi opinión,
valga esta por lo que valga, nada está en stand by, y la intentona de golpe sigue
el curso tortuoso diseñado por una de las providencias superiores que velan por
nuestros destinos (*).
Vox ha arrastrado
al PP (tentado en principio por la abstención) a oponerse a una solución
pactada con Gran Bretaña sobre la tributación en España de determinadas
empresas radicadas en el Peñón, y de sus trabajadores españoles residentes en
el Campo de Gibraltar, que cruzan diariamente la verja para trabajar en ellas.
El acuerdo es favorable
a los intereses de todo tipo de la nación, pero el tándem Vox-PP opone que nada
puede ser satisfactorio en este tema salvo la devolución a la soberanía española
del territorio en cuestión. Más aún, considera que un acuerdo fiscal cualquiera
con Gran Bretaña es en sí mismo una traición.
(El tema de la traición es
recurrente. Se utiliza como descalificación última para cualquier estrategia basada
en un plazo más largo que el del “a por ellos, oé”. Se ha utilizado
recientemente en Cataluña, ha dividido una y otra vez a la izquierda de este y
otros países en facciones irreconciliables, se viene utilizando desde hace
muchos siglos en aventuras en las que un orgullo de sastrecillo valiente se
antepone a cualquier género de sensatez. Las mayores catástrofes históricas han
ocurrido de la mano de personas que no querían ser señaladas como traidoras a una
causa cualquiera, y que prefirieron morir rápidamente a intentar perseverar por
otros medios. La historia de la Brigada Ligera en Balaclava, o la de la batalla
de los Cuernos de Hattin, son eternos retornos del mismo estribillo.)
Entonces, el golpe
contra el gobierno no está en stand by,
sino in progress, en marcha. Es un
golpe cronificado, de baja intensidad si se quiere, en comparación con momentos
de crisis aguda en los que se disparan armas de fuego, se irrumpe a gritos en
los parlamentos como hicieron el general Pavía y el coronel Tejero, y se
imponen leyes marciales y toques de queda.
Los
estadounidenses, leo esta misma mañana en elpais, llaman “guerra civil fría” a
lo que les está ocurriendo. El término es bastante adecuado a lo que se intenta
aquí. La base del constructo es la deslegitimación absoluta del gobierno, la
negación de sus competencias, la relativización de las leyes que se dictan, la
reivindicación de una libertad abstracta que implica una concreta desobediencia
institucional (no civil, que es enteramente otra cosa).
Así no vamos a
ningún lado, evidentemente. Pero las fuerzas de la derecha extrema no pretenden
ir a ningún lado. Son schumpeterianas sin saberlo, porque creen en la
destrucción creadora. Aborrecen la “nueva normalidad” que anuncia el gobierno,
porque para ellas solo es válida la vieja normalidad.
Y como el caos les
parece la única vía para regresar al viejo orden de cosas, nos sirven caos en
bandeja de plata todos los días.
Sin
maricomplejines.
(*) Empleo el
término “providencias” (en plural) en el sentido que nada de lo que nos ocurre depende
del azar. El azar en nuestra época tecnológica es un input más en una realidad global analizada por diferentes think tanks con los métodos del Big
Data.