Wonder Woman, o las nuevas
amazonas del 'cómic' político español.
Lo que está
haciendo Dolors Montserrat al frente de la camarilla española en el Grupo
Popular Europeo es de juzgado de guardia. Corrijo: sería de juzgado de guardia
en el caso de que este no estuviera ocupado por doña Carmen Rodríguez-Medel, en
cuyo caso mejor lo dejamos correr.
Luego tenemos el
caso de Macarena Olona y (por ejemplo) su griterío en el Congreso defendiendo
que la violencia de género no es de género, sino meramente violencia. No nos
convenció del todo, pero por lo menos nos dejó claro que las mujeres también
son perfectamente capaces de ser extremadamente violentas, en su forma de
expresarse, en su concepción del mundo e incluso en su conducta en el hemiciclo.
Corren nuevos
vientos en las filas femeninas de nuestras derechas. Si doña Pilar Primo de
Rivera levantara la cabeza, se le desencajaría la mandíbula de tanto como
abriría la boca de asombro. “Esta no es mi mujer española, que me la han
cambiado”, calculo que diría, de tener la ocasión. Nada de sumisión, nada de
abnegación, nada de sacrificio, nada de arrimo al varón que es el que entiende.
Tenemos delante el
feminismo amazónico que predica Cayetana Álvarez de Toledo. Un feminismo faltón
e impertinente, chillón, de rompe y rasga, de mano de acero en guante de
estropajo. Las generaciones futuras no sabrán de qué habla el abuelito cuando
se refiere a la cortesía parlamentaria: “¿Y eso qué era, cómo se hacía, yayo?”
No digo todo esto
porque sea yo un nostálgico de la belle
époque. Es que me suena raro el sesgo protector que les ha surgido de
pronto a don Lluís Llach y a don Lluís Carrasco (ex directivo de TV3) en
relación con Laura Borrás. Han sugerido ambos que la amazónica Laura ha sido “violada”
por el Parlamento al dejarla bajo los cascos de los caballos del Tribunal Supremo, esa “manada”
adicta a la violencia grupal, y han afeado a ERC que no haya hecho un gesto por
rescatarla.
De pronto alguien se acuerda del deber de caballerosidad respecto
de la viuda, de la huérfana y de doña Laura, que no es viuda ni huérfana ni ha
sido sometida a sevicia alguna, solo a investigación. Lo cual no es ni la violencia
de género cuya existencia niega la señora Olona, ni persecución política hacia
una posición ideológica determinada, puesto que también y simultáneamente está
siendo investigado por hechos parecidos Francisco Álvarez Cascos, cuya
ideología es irreprochable desde los cánones de nuestra derecha, pero no así
sus tejemanejes al frente del partido asturiano que él mismo creó.
Si hay verdadero
amor al enjuague, no importa el sexo, sería mi conclusión provisional al
respecto.