lunes, 8 de junio de 2020

EL EFECTO DE LAS PEDRADAS SOBRE UN TECHO DE CRISTAL



Invernadero de cristal, modelo Gran Oasis.


La obsesión por aprovechar el coronavirus como ventana de oportunidad contra el programa del Gobierno de progreso puede traer consecuencias indeseadas, así en Madrid como en Cataluña. La dura pinza Ayuso/Torra descuidó la salud de sus respectivas ciudadanías en su afán de lanzar piedras contra el presidente Sánchez y el doctor Simón, a propósito de la pandemia. Ahora se van dando cuenta de que ellos mismos tienen el techo de cristal, y de que los proyectiles lanzados pueden dañar de forma irreparable su propio ámbito.

No fue un borrador. Hasta cuatro correos envió la Comunidad de Madrid para excluir a los mayores de 75 años de la hospitalización por el Covid. Ayuso no puede esperar un respaldo entusiasta de sus administrados a semejante barbaridad. Quienes la votaron, votaban una determinada idea de providencia y de seguridad. No puede decirse que la electa haya respaldado con los hechos esa idea, que personificaba según una presunción extendida.

En cuanto a Quim Torra, sigue firme en la idea de que todas las bondades llegarán a Cataluña después de la independencia, de modo que las maldades concretas del mientras tanto son nimiedades que no cabe tomar en consideración. Pero ¿le respaldan en esa férrea visión ideal los creyentes que están sufriendo en lo concreto las penurias de una transición demasiado larga y llena de tropiezos acumulados? ¿Va a seguir inconmovible el independentismo ante el mal gobierno? Parece que no. La masa de votantes creyentes oscila hacia Esquerra Republicana; el procesismo a palo seco ha llegado al límite de su (escaso) recorrido. El cartero siempre llama dos veces, también para el señor de Waterloo en su exilio dorado, y para su vicario en la tierra prometida.

No son ellos dos solos. Pablo Casado tiene cada vez más difícil rendir cuentas a sus electores por sus extravagantes excursiones al extrarradio del Estado de Derecho. Pretendía dividir sí o sí, por lo civil o por lo criminal, a la coalición de gobierno, y está dividiendo a sus propias fuerzas. En su caso no se trata tanto de expectativas electorales, como de su liderazgo personal, que está quedando muy en entredicho.

No le ocurre lo mismo a Santiago Abascal, siempre fiado en la fe del carbonero para alimentar sus maneras de puto amo; pero todos los indicios son de que sus expectativas electorales decaen. Cuánto, está aún por ver; pero no resultan de recibo sus repetidas tomas de posición en favor de los poderes fácticos y en contra de esa gente corriente maltratada, irritada y de luces cortas, en la que tiene su principal caladero.

Queda finalmente, justo detrás de la línea de bambalinas, el hombre de la FAES. Lo más piadoso que puede decirse de él en este momento, es que su influencia en la política española no es mayor que la de ese otro ex presidente tan nombrado, Felipe González.