Invernadero de cristal, modelo
Gran Oasis.
La obsesión por
aprovechar el coronavirus como ventana de oportunidad contra el programa del Gobierno
de progreso puede traer consecuencias indeseadas, así en Madrid como en
Cataluña. La dura pinza Ayuso/Torra descuidó la salud de sus respectivas
ciudadanías en su afán de lanzar piedras contra el presidente Sánchez y el
doctor Simón, a propósito de la pandemia. Ahora se van dando cuenta de que
ellos mismos tienen el techo de cristal, y de que los proyectiles lanzados pueden
dañar de forma irreparable su propio ámbito.
No fue un borrador.
Hasta cuatro correos envió la Comunidad de Madrid para excluir a los mayores de
75 años de la hospitalización por el Covid. Ayuso no puede esperar un respaldo
entusiasta de sus administrados a semejante barbaridad. Quienes la votaron, votaban
una determinada idea de providencia y de seguridad. No puede decirse que la
electa haya respaldado con los hechos esa idea, que personificaba según una presunción extendida.
En cuanto a Quim
Torra, sigue firme en la idea de que todas las bondades llegarán a Cataluña después
de la independencia, de modo que las maldades concretas del mientras tanto son
nimiedades que no cabe tomar en consideración. Pero ¿le respaldan en esa férrea
visión ideal los creyentes que están sufriendo en lo concreto las penurias de
una transición demasiado larga y llena de tropiezos acumulados? ¿Va a seguir
inconmovible el independentismo ante el mal gobierno? Parece que no. La masa de
votantes creyentes oscila hacia Esquerra Republicana; el procesismo a palo seco
ha llegado al límite de su (escaso) recorrido. El cartero siempre llama dos
veces, también para el señor de Waterloo en su exilio dorado, y para su vicario
en la tierra prometida.
No son ellos dos
solos. Pablo Casado tiene cada vez más difícil rendir cuentas a sus electores
por sus extravagantes excursiones al extrarradio del Estado de Derecho.
Pretendía dividir sí o sí, por lo civil o por lo criminal, a la coalición de
gobierno, y está dividiendo a sus propias fuerzas. En su caso no se trata tanto de expectativas electorales, como de su liderazgo personal, que está quedando muy en entredicho.
No le ocurre lo mismo a Santiago Abascal, siempre fiado en la fe del carbonero para alimentar sus maneras de puto amo; pero todos los indicios son de que sus expectativas electorales decaen. Cuánto, está aún por ver; pero no resultan de recibo sus repetidas tomas de posición en favor de los poderes fácticos y en contra de esa gente corriente maltratada, irritada y de luces cortas, en la que tiene su principal caladero.
No le ocurre lo mismo a Santiago Abascal, siempre fiado en la fe del carbonero para alimentar sus maneras de puto amo; pero todos los indicios son de que sus expectativas electorales decaen. Cuánto, está aún por ver; pero no resultan de recibo sus repetidas tomas de posición en favor de los poderes fácticos y en contra de esa gente corriente maltratada, irritada y de luces cortas, en la que tiene su principal caladero.
Queda finalmente,
justo detrás de la línea de bambalinas, el hombre de la FAES. Lo más piadoso
que puede decirse de él en este momento, es que su influencia en la política
española no es mayor que la de ese otro ex presidente tan nombrado, Felipe
González.