El demonio haciéndose un selfie
delante del Acueducto de Segovia. Foto La Vanguardia.
Hay un hilo
conductor en el acoso a que está siendo sometido el gobierno de España desde
las casamatas de la derecha: ese hilo consiste en echar a Sánchez y su equipo
la culpa de la pandemia.
En general no se
llega a decir de una forma directa y rotunda que la pandemia es un invento del
socialcomunismo rampante, con el fin de prevaricar a troche y moche sin
oposición responsable.
No se dice, pero se
da a entender. Quien más lejos ha llegado por ese camino ha sido Miguel Bosé.
Me dirán ustedes que está zumbado. Cierto, pero ni es el único ni siquiera el
más zumbado de la colección.
También está
zumbado, posiblemente mucho más, Jorge Fernández Díaz, que sitúa al demonio en
la sala de máquinas de la “nueva normalidad”. Como él mismo carece por completo
de credibilidad, don Jorge pone el argumento en labios de Ratzinger, en el
curso de una charla íntima de la que no hubo testigos. El anterior papa era una
autoridad mundial en lo que se refiere al diablo, y seguramente lo veía agazapado
detrás de todas las tramoyas que están echando a perder el mundo moderno: el
feminismo (¡ay, ese 8-M!), el laicismo, la ausencia de valores religiosos, etc. Sospecho, sin
embargo, que la aplicación de todos esos parámetros al “pueblo elegido” y
especialmente mimado por la divinidad, España, y en particular al problema
catalán, sean cosa no de Ratzinger sino de Fernández.
Nadie ha calificado
aún de zumbado a Felipe González, pero su aparición en este momento criticando
al gobierno progresista con el sambenito de que parece el camarote de los
Hermanos Marx, es, digámoslo de manera suave, un hito de felipismo creativo en
el peor sentido de la palabra.
Y vayamos
finalmente, en este breve repaso acerca de la labor del demonio en la
actualidad política, a la Comisión de Reconstrucción del Congreso, donde doña
Elvira Rodríguez, ex ministra del PP, se disfrazó de noviembre para culpar a
Yolanda Díaz de sus propias fechorías. Consideró los ERTE “un chantaje político”.
Vaya. Y concluyó así su alegato: «Los problemas de los españoles no se
resuelven dándoles subsidios o subvenciones o Ingresos Mínimos Vitales. ¿Le
suena Alcoa, señora ministra?»
La respuesta de la ministra de
Trabajo debería ser enmarcada. Elijo solo un párrafo: «Este Gobierno no va a hacer lo que hizo Mariano Rajoy en 2015, ustedes
tenían un presupuesto público de 25.000 millones para la protección social que
dejaron sin ejecutar con cuatro millones de personas en desempleo… Lo que
ha hecho el PP ha sido recortar la prestación pública por desempleo en
25 puntos.»
(La prestación pública por desempleo, subrayo. El chocolate del loro si se compara con los recortes tendentes a desmontar la sanidad pública.)
Y recordó doña Yolanda sin pelos en la lengua que el grupo popular en
ningún momento ha hecho propuestas al Gobierno para la gestión de las medidas
económicas para hacer frente a la crisis derivada del coronavirus.
Quien hace metafísica a partir
de la economía, quien critica el remedio sin mencionar la causa del mal, quien
despotrica sin apuntar soluciones, forma sin la menor duda parte del problema.