Las voces que han
pedido la nacionalización de Nissan como remedio a la pérdida de puestos de
trabajo son bienintencionadas, sin duda, pero no tienen en cuenta que el
problema está situado a una profundidad mucho mayor. La nacionalización de las instalaciones, por sí
sola, tendría un efecto comparable a la aplicación de un parche Sor Virginia
para curar un tumor.
Dicho de otra manera,
lo decisivo en este caso, como en tantos otros que vienen marcando un calendario
nefasto de cierres y desapariciones de empresas en nuestro país, es la política
industrial.
Política industrial
en un país en el que los sucesivos gobiernos democráticos, a partir
probablemente de las decisiones tomadas por Carlos Solchaga como ministro de
Economía, han optado porque “la mejor política industrial es la que no existe”.
Así de claro se dice en un artículo firmado por Unai Sordo y publicado en
Infolibre (1). Digo “firmado” por Unai, porque la lectura evidencia que la aportación
de saberes de altos vuelos ha sido colectiva: no se trata de un artículo “de
opinión” sino de una directiva importante, inspirada en esa necesidad de “luces
largas” para iluminar un futuro oscuro a la que se ha referido Javier Aristu en
un artículo reciente (2), y dirigida en el mismo sentido en el que se esfuerza
por avanzar el programa del actual gobierno.
Dejo como botón de
muestra del "manifiesto" de Unai Sordo un párrafo sobre el que será preciso trabajar mucho, con el fin de no
malgastar munición disparando al aire, sino elegir con cuidado los blancos
oportunos. Es este:
«Identificar
problemas y retos comunes debiera ser el paso previo a determinar las
medidas a financiar. De tal manera que con una perspectiva estratégica se
impulsen inversiones que generen economía de escala y sinergias. Entre
las formas de impulsar inversiones públicas, sería deseable priorizar aquellas
que provean de bienes públicos que el mercado no facilita adecuadamente:
hablamos de formación en un sentido amplio y como un proceso permanente que
deberá adaptarse a los cambios en las cualificaciones y competencias requeridas
en una perspectiva dinámica, infraestructuras digitales, internacionalización
–sobre todo en el tejido de PYMEs que caracteriza a España–, investigación
aplicada, etc. Y todo ello sin perder de vista las dos líneas trasversales que
recorrerán las políticas de la Unión no solo a través de este IER, sino del
Marco Financiero Plurianual de la UE: la digitalización de la economía y las
transiciones a una economía de bajas emisiones.»
Resumo: inversiones
capaces de generar economías de escala y sinergias; formación permanente;
digitalización de la economía; internacionalización; transición energética;
investigación aplicada.
Un camino abierto
al conjunto de una sociedad profundamente desigual, y dirigido al progreso
colectivo y al crecimiento del bienestar social.
Un camino que contará
en todo momento con la oposición frontal, “no pacífica”, de unas élites bien
instaladas en una red espesa de intereses creados: élites extractoras de rentas,
cortoplacistas, codiciosas y parasitarias.
Lo peor de cada
casa.