Pere Aragonés y Quim Torra
(foto de El Periódico de Catalunya)
La última
ocurrencia del think tank de la
Generalitat para que Cataluña llegue a la independencia consiste en especular
con la “ventana de oportunidad” que supondría el éxito eventual de un golpe de
Estado en España, oscuro objeto del deseo de las ultraderechas que alimentan
sus odios por los rincones.
No vale la pena
describir la catástrofe y el retroceso secular que supondría un nuevo 18 de
Julio, porque eso no va a ocurrir. No voy a perder ni un segundo en escandalizarme
de ese “todo vale” para conseguir una carambola política antidemocrática que no
está ni de lejos al alcance de las fuerzas que porfían en ella. Solo pretendo constatar
el irrealismo de los presupuestos fácticos que maneja una élite política catalana
empeñada en alimentar expectativas oníricas mientras ignora con tozudez digna
de mejor causa lo que pasa en la calle.
Quim Torra ha
reprochado a Pere Aragonés la abstención (“abstención”, oigan, no el apoyo que
sería de rigor) de su formación a la propuesta gubernamental de ampliación del
estado de alarma. No solo hay razones sanitarias serias para esa alarma, sino en
particular razones sanitario-económicas: un relanzamiento precipitado de las
actividades pondría en serio peligro todo el terreno ganado a la pandemia
mediante el largo confinamiento selectivo de amplios sectores de población
dedicados a tareas juzgadas “no esenciales”.
A Torra todo eso le
suena a música celestial. Como los Cayetanos del barrio de Salamanca, solo
percibe en la acción del gobierno de Sánchez un atentado contra las libertades
individuales: en concreto, contra la libertad de contagiarse y de contagiar a
otros, sublimación última de la libertad perversa de dañarse y dañar al
prójimo.
Al revés de los
Cayetanos del barrio madrileño de Salamanca, cuyo fundamento ético (o etílico) se reduce a que
“les da la gana” obrar así, Torra pretende un fin superior con la resistencia a
ultranza a cualquier disposición emanada de Madrid (las mascarillas, las
residencias, la desinfección de locales por efectivos militares, la desescalada
por provincias, todo, debe ser hecho según “nuestras” normas). Esa finalidad última
perseguida es la de recalcar “nuestra” radical independencia de facto, por más que no aparezca
escrita en leyes opresivas que “nosotros” no reconocemos.
Hay, sin embargo,
una importante excepción a esa regla bien asentada del “nosaltres sols”, y es la financiación. La pela ha huido de la
patria, y las ayudas europeas, muy cuantiosas, se canalizarán a través precisamente
del gobierno que se pretende desestabilizar. Torra ha solicitado ─exigido, más
bien─ 9000 millones de euros al gobierno para la reconstrucción económica del
país. Apuntando largo, para que cuando llegue el paquete de ayudas pueda decir
que le parece poco.
En cualquier caso,
sería una fatalidad que el golpe de Estado deseado desde la plaza de Sant Jaume
llegara, inesperadamente, antes que los fondos tan necesarios para la
reconstrucción. El think tank indepe
habría de pensar a toda prisa en la posición a adoptar en semejante tesitura: a
lo mejor le tendría cuenta apoyar (provisionalmente) a “Gorbachov” Sánchez, que
por lo menos está dispuesto a aflojar la mosca, en lugar de bendecir a unos
golpistas que, ellos sí, no tendrían problema en meterle una división acorazada
en mitad de la Diagonal.