… y en la cripta sentí sonar
cadenas
Y rebullir de fieras
enjauladas.
Antonio MACHADO, ‘Soledades’
Ayer en el Congreso
de los Diputados, el ponente Santiago Abascal, pidió al PP su apoyo para formar
un frente que derribe al gobierno “criminal”; y a continuación, en su respuesta
a la moción de Vox, el presidente del gobierno así descalificado, Pedro
Sánchez, pidió al mismo PP un respaldo explícito a la democracia frente a agresiones
como la de Abascal, inequívocamente fascistas.
Hoy asistiremos al
desenlace del aquelarre del que estamos siendo espectadores de primera fila,
pero lo presumible es que Pablo Casado, líder del PP, no haga ni una cosa ni la
otra.
Vox ha salido de
las entrañas mismas del PP, y el PP espera aún recuperar a esa franja de
votantes para su causa. Casado navega en una indefinición hamletiana: ser y no
ser Vox al mismo tiempo. Su ambición última se resume en asumir los residuos
del franquismo sociológico, que disfruta aún de anclajes potentes en unas capas
medias bien pensantes, ideológicamente desarmadas y económicamente depauperadas;
y combinar ese “capital” heredado con las expectativas diferentes de una
derecha acaudalada y conservadora pero respetuosa con las formas externas de la
democracia representativa. El “mix” que busca Casado adolece, sin embargo, de
una cierta fusión o confusión entre los tres poderes del sistema democrático clásico
o fetén: el ejecutivo, el legislativo y, ay, el judicial. Los cuales, según la
doctrina consagrada, deberían contrapesarse entre ellos.
Ayer la mayoría de
las fuerzas políticas presentes en el Congreso firmó un manifiesto en favor de
la democracia, frente al fascismo recurrente de Vox. No lo firmaron el PP ni
Ciudadanos. Las razones del PP están claras: desea absorber y “blanquear” desde
el punto de vista democrático a Vox, y tener bien guardada en la caja fuerte de
Génova, como recurso último para los días de penuria, toda esa potente carga
explosiva de odio, de racismo y de menosprecio al pueblo llano.
Las razones de
Ciudadanos, ellos las sabrán. Lo cierto es que están junto a PP y Vox en varias
coaliciones que gobiernan comunidades autónomas. Han dado algún paso tímido
para desmarcarse de las cloacas, pero ¿de verdad piensa Inés Arrimadas que es
posible situarse en una posición de equidistancia en este tema crucial? ¿Jugar
y no jugar al mismo tiempo en el terreno que propone Vox al país?
La respuesta, y el
desenlace de la intriga, se sabrán hoy mismo.