miércoles, 21 de octubre de 2020

AQUELARRE


 El Congreso de los Diputados.

 

… y en la cripta sentí sonar cadenas

Y rebullir de fieras enjauladas.

Antonio MACHADO, ‘Soledades’

 

Ayer en el Congreso de los Diputados, el ponente Santiago Abascal, pidió al PP su apoyo para formar un frente que derribe al gobierno “criminal”; y a continuación, en su respuesta a la moción de Vox, el presidente del gobierno así descalificado, Pedro Sánchez, pidió al mismo PP un respaldo explícito a la democracia frente a agresiones como la de Abascal, inequívocamente fascistas.

Hoy asistiremos al desenlace del aquelarre del que estamos siendo espectadores de primera fila, pero lo presumible es que Pablo Casado, líder del PP, no haga ni una cosa ni la otra.

Vox ha salido de las entrañas mismas del PP, y el PP espera aún recuperar a esa franja de votantes para su causa. Casado navega en una indefinición hamletiana: ser y no ser Vox al mismo tiempo. Su ambición última se resume en asumir los residuos del franquismo sociológico, que disfruta aún de anclajes potentes en unas capas medias bien pensantes, ideológicamente desarmadas y económicamente depauperadas; y combinar ese “capital” heredado con las expectativas diferentes de una derecha acaudalada y conservadora pero respetuosa con las formas externas de la democracia representativa. El “mix” que busca Casado adolece, sin embargo, de una cierta fusión o confusión entre los tres poderes del sistema democrático clásico o fetén: el ejecutivo, el legislativo y, ay, el judicial. Los cuales, según la doctrina consagrada, deberían contrapesarse entre ellos.

Ayer la mayoría de las fuerzas políticas presentes en el Congreso firmó un manifiesto en favor de la democracia, frente al fascismo recurrente de Vox. No lo firmaron el PP ni Ciudadanos. Las razones del PP están claras: desea absorber y “blanquear” desde el punto de vista democrático a Vox, y tener bien guardada en la caja fuerte de Génova, como recurso último para los días de penuria, toda esa potente carga explosiva de odio, de racismo y de menosprecio al pueblo llano.

Las razones de Ciudadanos, ellos las sabrán. Lo cierto es que están junto a PP y Vox en varias coaliciones que gobiernan comunidades autónomas. Han dado algún paso tímido para desmarcarse de las cloacas, pero ¿de verdad piensa Inés Arrimadas que es posible situarse en una posición de equidistancia en este tema crucial? ¿Jugar y no jugar al mismo tiempo en el terreno que propone Vox al país?

La respuesta, y el desenlace de la intriga, se sabrán hoy mismo.