Alice Munro (izquierda) y
Margaret Atwood (foto, Shutterstock)
Insisto en el tema
del Premio Nobel de literatura. Es un tema menor, lo sé, porque el Nobel,
descontada su proyección mediática, no aspira a ser la medida de todas las
cosas en literatura.
Además, lo
desconozco todo sobre la obra poética de Louise Glück, a excepción de lo que
dice Wikipedia y de los tres poemas publicados de ocasión, sin contar el hecho
sin duda cierto de que tiene una «inconfundible
voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual.»
Seguro que es así. Y, a juzgar
por las fotografías, puede presentarse sin desentonar en cualquier acto de
sociedad que reúna a gentes ricas,
pasablemente modernas y moderadamente bien pensantes.
El comité Nobel ha
ignorado olímpicamente a muchas de mis autoras de culto: Virginia Woolf, Iris
Murdoch, Marguerite Yourcenar, Natalia Ginzburg, Elsa Morante, Penélope
Fitzgerald. Todas ellas han muerto, pero queda en pie entre nosotros Margaret
Atwood, que además ha tenido recientemente un éxito de público monumental
gracias a la puesta en televisión de su parábola feminista “El cuento de la criada”.
Los miembros/as del comité que seleccionan las autoras premiadas solo pueden
alegar en su favor, en este terreno, a Alice Munro, una de las prosas más
rompedoras contra la hegemonía cultural del patriarcado. No sé por qué locura
le dieron el premio a Munro: alguien les debe haber regañado severamente. “Cuando
las conveniencias exigen que demos el premio a una mujer, les habrán dicho,
procurad al menos que se trate de una mujer discreta, de buen tono.”
Parámetro que se
ajusta al perfil de Louise Glück, una voz poética “inconfundible” sin duda, pero
dudosamente universal a juzgar por las muestras conocidas. Estimo en mucho la
literatura femenina y feminista, y dentro de ese ámbito Glück me parece poco representativa.