Ronald Koeman,
entrenador del FC Barcelona, ha dicho ayer que su equipo «no es el máximo
favorito para ganar la Champions». Una constatación un punto
nostálgica, que puede llevarse incluso más allá. De hecho, este año el Barça no
es ni siquiera “uno de los favoritos” para ganar la competición europea. Deberá
conformarse con la posición de outsider e
intentar hacer bien los deberes, “partido a partido”, como indica la libreta de
Simeone.
Uno añora aquellas primaveras
apenas despuntadas en las que el equipo circulaba de líder por la Liga a nueve
puntos o así del segundo en la tabla, estaba clasificado para la final de la
Copa, y afrontaba esperanzado las semifinales de la Champions. Entonces salía
el míster (por lo común Pep Guardiola o Luis Enrique) y manifestaba: «Cuidado,
aún no hemos ganado nada.»
La clave estaba en
el “aún”. Todos lo entendíamos, cruzábamos los dedos y nos guiñábamos un ojo.
Hay que espantar a la mala suerte insidiosa.
Ahora emboca el
país una nueva moción de censura. En toda la historia de nuestra joven
democracia solamente una prosperó, y es improbable que la suerte se repita en
esta ocasión.
Y eso que, según
algún amigo, este es “el peor gobierno de la democracia”. Sí, ¿por qué no? Yo
haría sin embargo la misma matización de Winston Churchill, creo que fue,
aunque he leído la atribución de la misma frase a varios otros estadistas, entre
ellos Clemenceau. La frase es: «La democracia es el peor sistema de gobierno,
exceptuados todos los demás.»
Pues bien, yo
afirmo que el de ahora es también el peor gobierno de nuestra democracia,
exceptuados todos los demás.
Pero ojo, que aún
no hemos ganado nada, y la moción de censura podría funcionar al modo de una
trampa saducea.
(He tenido que
mirar en google qué es una trampa saducea. Al parecer se trata de aquellas
preguntas que le hacían los integrantes de la secta a Jesús Nazareno para luego
criticarle, tanto si contestaba “sí” como si contestaba “no”. Del tipo de lo
del tributo al César. Añade la wikipedia que los saduceos desaparecieron
después del siglo I dC, pero los hay que siguen vivos y en excelente forma.)
Me refiero con esto
a que los números de la moción están atados, y nadie hará costado a Vox en su navegación
en solitario. Pero los mecanismos parlamentarios no son sencillos en ningún
caso, y las cuestiones de imagen importan muchas veces más que la aritmética.
La moción no va a ser intrascendente: para Fra Casado será una reválida tal vez
insuperable sobre el problema del liderazgo de la oposición; para Ciudadanos,
un ser o no ser alguien en una coyuntura que les arrastra aceleradamente hacia
el tacho de basura de la historia; para los grupos nacionalistas, una piedra en
el zapato en el mejor de los casos; y para el gobierno de progreso, una excelente
ocasión de centrarse en su programa y hacer pedagogía.
La tentación de zascas
brillantes reproducibles en twitter estará ahí de forma permanente; habrá en el
redondel payasos con mucho oficio para provocar la bofetada sonora y el
regocijo del respetable. Pero el público siempre se sitúa sentimentalmente del
lado del Clown de la narizota y en contra del Augusto vestido de lentejuelas,
con la cara enharinada y un acento circunflejo en la ceja.
Un exceso de
arrogancia puede resultar contraproducente. Nada satisfaría más a la oposición
que la aparición repentina de alguna grieta, siquiera mínima, en la coalición
de progreso. El leitmotiv de la
cantinela opositora en los últimos tiempos, más allá del espacio estricto del
PP (González, Bono, Corcuera, Vargas Llosa…) ha sido la descarga de toda la
artillería pesada sobre el líder de Unidas Podemos, que tal vez peca de un exceso de
visibilidad mediática.
Sería conveniente
juntar filas, prescindir de las arias de bravura en momentos intempestivos, y
afrontar la moción con el espíritu de un equipo ambicioso y capaz de mostrarse
a la altura de las circunstancias.
Desde la mentalidad
del “aún no hemos ganado nada”.