viernes, 30 de octubre de 2020

«LA GUARDIA MUERE PERO NO SE RINDE»



El general Cambronne en la batalla de Waterloo, según una estampa popular (fuente, Alamy Stock Photo)

 

Según la versión oficial, las palabras que constan arriba fueron la respuesta del general Pierre Cambronne a su homólogo británico Charles Colville, cuando este le conminó a rendirse en una situación desesperada.

Circula sin embargo por los mentideros populares una versión distinta, que fue recogida por Victor Hugo en “Los miserables”. El general francés, marcial y lacónico, habría respondido simplemente «Merde». Dejo sin traducir la expresión francesa para no herir los castos oídos de mis lectores/as.

La cosa ocurrió en Waterloo, lugar de Bélgica donde siguen dándose como hongos las dobles versiones de frases históricas. Carles Puigdemont, el emperador destronado que en la actualidad se ha atrincherado allí, habrá exclamado seguramente “Merde” (quizás “Merdé”, que tiene resonancias más nostradas) a la noticia de la detención, por un delito presunto de malversación, de algunos componentes fieles de su Vieja Guardia (Vendrell, Madí, Soler, Alay), tan solo horas después de la defenestración de otro incondicional del puigdemontismo, Eduard Pujol, el hombre de la vara alta en todos los sentidos.

Pero tal vez lo que dijo exactamente Carles Napoleó Puigdemont fue, atención a los matices: «La Guardia merde, pero no se rinde.»

Lo de que no se rinde, está muy claro. Jordi Puigneró, el hombre de la patria virtual, augura la creación de una Agencia Espacial catalana (virtual, por supuesto), que pondrá en órbita el año que viene dos satélites de comunicaciones, que si no son enteramente virtuales también, habrán sido comprados por cuatro cuartos en un mercado persa, ya que Catalunya no cuenta con suficiente I+D+i en este terreno. Los cohetes que impulsarán a los dos satélites en cuestión, lucirán probablemente los colores de la enseña de la patria, de modo que dejarán en el cielo una estela estelada, para admiración del concierto de las naciones.

Todo ello precisa de una financiación adecuada, pero en ese terreno la Vieja Guardia es insuperable. La inversión solicitada al Estado que nos roba para combatir la pandemia podría canalizarse en parte, con prudencia, hacia estos otros objetivos más grandiosos y simbólicos; y el resto se conseguiría a partir de una discreta rueda de favores a empresarios patriotas, que pagarían con gusto la comisión establecida.

La imputación de la banda de los cuatro es una putada, en un momento delicado para los altos, estratosféricos, destinos de la patria virtual. Pero no se desesperen: la Guardia está dans la merde, pero no tiene la menor intención de rendirse.