El general Cambronne en la
batalla de Waterloo, según una estampa popular (fuente, Alamy Stock Photo)
Según la versión
oficial, las palabras que constan arriba fueron la respuesta del general Pierre
Cambronne a su homólogo británico Charles Colville, cuando este le conminó a
rendirse en una situación desesperada.
Circula sin embargo
por los mentideros populares una versión distinta, que fue recogida por Victor
Hugo en “Los miserables”. El general francés, marcial y lacónico, habría
respondido simplemente «Merde». Dejo
sin traducir la expresión francesa para no herir los castos oídos de mis lectores/as.
La cosa ocurrió en
Waterloo, lugar de Bélgica donde siguen dándose como hongos las dobles
versiones de frases históricas. Carles Puigdemont, el emperador destronado que
en la actualidad se ha atrincherado allí, habrá exclamado seguramente “Merde” (quizás “Merdé”, que tiene resonancias más nostradas) a la noticia de la detención,
por un delito presunto de malversación, de algunos componentes fieles de su
Vieja Guardia (Vendrell, Madí, Soler, Alay), tan solo horas después de la
defenestración de otro incondicional del puigdemontismo, Eduard Pujol, el
hombre de la vara alta en todos los sentidos.
Pero tal vez lo que
dijo exactamente Carles Napoleó Puigdemont fue, atención a los matices: «La
Guardia merde, pero no se rinde.»
Lo de que no se
rinde, está muy claro. Jordi Puigneró, el hombre de la patria virtual, augura
la creación de una Agencia Espacial catalana (virtual, por supuesto), que
pondrá en órbita el año que viene dos satélites de comunicaciones, que si no
son enteramente virtuales también, habrán sido comprados por cuatro cuartos en
un mercado persa, ya que Catalunya no cuenta con suficiente I+D+i en este
terreno. Los cohetes que impulsarán a los dos satélites en cuestión, lucirán probablemente
los colores de la enseña de la patria, de modo que dejarán en el cielo una
estela estelada, para admiración del concierto de las naciones.
Todo ello precisa de
una financiación adecuada, pero en ese terreno la Vieja Guardia es insuperable.
La inversión solicitada al Estado que nos roba para combatir la pandemia podría
canalizarse en parte, con prudencia, hacia estos otros objetivos más grandiosos
y simbólicos; y el resto se conseguiría a partir de una discreta rueda de
favores a empresarios patriotas, que pagarían con gusto la comisión
establecida.
La imputación de la
banda de los cuatro es una putada, en un momento delicado para los altos, estratosféricos,
destinos de la patria virtual. Pero no se desesperen: la Guardia está dans la merde, pero no tiene la menor
intención de rendirse.