Pieter Brueghel el Viejo, “Parábola
de los ciegos”. Museo de Capodimonte (fuente, historia-arte.com)
Coinciden en el
tiempo la ratificación en el Supremo de la sentencia sobre el caso Gürtel y una
nueva bronca parlamentaria a cuenta de la reforma del Poder Judicial que el
gobierno se propone abordar.
La Vanguardia
titula con el culo: «El choque entre Sánchez y Casado dinamita todo posible
consenso». Bonita forma de repartir las culpas. El consenso estaba dinamitado
de antes por la negativa de Casado a renovar la actual composición del Consejo
General. Negativa reiterada, empecinada, anticonstitucional. Ante la cual no
cabe otro remedio jurídico que poner en pie un sistema distinto de acceso al
poder judicial que despolitice lo que está politizado. Y no a la inversa, como
sostiene un Casado tan mínimamente creíble como de costumbre.
La sentencia de la
Gürtel se ratifica sobre unos hechos ya conocidos y juzgados, incluido el lucro
obtenido por el Partido Popular de la trama creada por él mismo; y sin embargo,
permite a la organización culpable de
corrupción salvar los muebles. Los “muebles” metafóricos son en este caso la
Caja B, en la que no se ahonda. El desconocido y anónimo “M. Rajoy” que figura
en los listados de beneficiarios seguirá durmiendo tranquilo durante un tiempo
más.
Quizá deberíamos
elevar un monumento a Luis Bárcenas (“Luis, sé fuerte”) por seguir en prisión
mientras Rodrigo Rato ha salido ya, Jordi Pujol no ha entrado nunca, y Juan
Carlos el Emérito se ha instalado en los Emiratos (“Emeritatos”) para evitar
que nadie le tosa cerca, ahora que hay tantos gérmenes en aerosoles. El
monumento al Preso Desconocido (“ese señor del que usted me habla”) podría elevarse
en el islote de Perejil, que es el icono definitivo de lo que muchos de
nuestros españoles coetáneos entienden por Patria. Gente que circula por la
realidad con orejeras para ver únicamente lo que les apetece, evitándose los
disgustos de presenciar visiones “bolivarianas” alternativas.