lunes, 5 de octubre de 2020

SORPRESAS DE SYROS

 


Llegada al puerto de Ermúpoli, visto desde  la cubierta baja de un ferry de la compañía Blue Star. Foto, Carmen Martorell.

 

Aprovechando el buen tiempo, la celebración de Francisco de Asís y el fin de semana, hicimos la familia una excursión a la isla de Syros, con noche en Ermúpoli incluida.

Ermúpoli tiene fama de ser “la más europea” de las ciudades de las islas griegas. Está construida alrededor de su puerto, en una ensenada no solo amplia y bien abrigada de los vientos, sino además naturalmente protegida hacia el norte por unos riscos peñascosos considerables.

En el más elevado e inconquistable se situó Ano Siros ya en la época cicládica. En el siglo XIII la isla entró en la órbita de Venecia, y en el punto más alto del risco se edificó una catedral en honor (naturalmente) de San Jorge. La población era mayormente católica entonces, y, caso excepcional, lo ha seguido siendo a pesar de la religión ortodoxa dominante en el país.

La ciudad de Ermúpoli se desarrolló mucho más tarde, pegada al puerto. Durante las guerras de la independencia Syros estuvo bajo protectorado de Francia y fue refugio seguro de toda la población que afluía de las islas situadas más al este, huyendo del avance agresivo de los turcos (hay cosas que no cambian).

El puerto cumplió entonces una función logística esencial; se construyeron astilleros y se crearon algunas industrias manufactureras (algo insólito en las islas griegas, pequeñas y grandes) para el aprovisionamiento de toda la perifería (región) del Egeo Sur. La calle principal de Ermúpoli está enteramente pavimentada en mármol, lo que da una impresión inaudita de lujo, desmentida de inmediato por la modestia ínfima del comercio local actual.

A lo largo del siglo XIX prosperó en Syros una burguesía ilustrada y emprendedora. La ciudad dispone de un hermoso Ayuntamiento en estilo clásico y con Museo Arqueológico adosado; y de una nueva basílica católica de San Nicolás, que se quiso a imagen de la de San Pedro de Roma, si bien queda notablemente lejos, en cantidad y calidad, del modelo. Y, cosa más reveladora, se construyeron también un Casino y un teatro de ópera, el Apollon, que también quiso ser una réplica en chico de otro famoso, la Scala de Milán. Es casi diminuto, pero tiene un gran encanto, y en un museíto ubicado en el piso alto se exponen las glorias pasadas de algunos divos locales que consiguieron hacer carrera en el bel canto.

Las villas nobles de dos y tres pisos, con porches de columnas, frontones y tribunas elevadas, jardín y escaleras que bajan directamente al mar, dan un gran encanto al distrito de Vaporia, en el rincón este de Ermúpoli. El nombre viene del tráfico de los barcos de vapor que hormigueaban en el puerto en aquella época dorada.

Desde el mar, la ciudad asciende de forma abrupta, en calles peatonales con escaleras interminables y otras abiertas al tráfico rodado por las que automóviles y camionetas suben en primera algunas rampas tremebundas. Los peñascales que rodean la ciudad por el norte son de una gran aridez.

Ano Siros queda a varios kilómetros del núcleo de la capital, todos ellos en cuesta.  Hay que llegar en el autobús urbano (no funcionaba en domingo) o en taxi (4 euros el viaje). Lo que hay allá arriba, salvadas las iglesias, es edificación de tipo cicládico, es decir vertical y vertiginosa, enlazada mediante callejones transversales llenos de escaleras, revueltas y recovecos por los que es necesario avanzar en fila india. Muros encalados, pasos abovedados, miradores repentinos al paisaje espléndido del Egeo cuajado de islas. Un contraste turbador con la ostentación burguesa de la ciudad baja.