El ‘Titanic’ pasando por
algunos apurillos judiciales de poca monta. Fotograma de la película de James
Cameron (Fox-Paramount 1997).
Siempre
predispuesto al optimismo, don Mariano, que lo fue todo en este país sembrado
de ingratos, y que volvería a cruzar con gusto y espíritu de sacrificio, en
sentido contrario, la puerta giratoria que le devolviera a la función pública
desde su bien ganado retiro como registrador de la propiedad; don Mariano, pues
─nada que ver con el “M.Rajoy” de los apuntes contables garabateados con
insolvencia por “ese señor que usted me dice”─, considera que la sentencia del
Tribunal Supremo sobre el caso Gürtel ha sido «una reparación moral» para él.
El Alto Tribunal ha
reconocido ─hay que saber leer entre líneas─ su inocencia fundamental en
particular, y la de su partido en general. Hubo desaprensivos que se lucraron,
sí, pero se trató de esa clase de eventos consuetudinarios que tienden a
acontecer cotidianamente en la rúa. Nada que ver con el elevado tono patriótico
de una gestión infatigable como la suya y la de sus estimados compañeros en la
brega por una Marca España mejor.
A este hombre le
das una hostia por la calle y te da las más rendidas gracias.
─Es usted un hombre
razonable, Rodríguez. Le honra esa actitud dialogante, veo brotes verdes para
ir poniendo a punto una tercera reforma laboral, dada su leal predisposición a
colaborar ─me diría mientras volvía a colocar con esmero, en su lugar detrás de
la nariz, las gafas caídas al suelo debido al sopapo.
Quien no tiene aún
la reparación moral que ansía es Quim Torra, ese otro gigante de nuestra
política menuda. Ha conseguido ya el finiquito por el que suspiraba durante su
estancia en la Casa dels Canonges, y una pensión pasable; ha abierto (nadie
sabe para qué) despacho en su amada Girona, y se frota las manos en el umbral de
un porvenir rosado.
Pero le falta la
reparación moral debida. Por ello exige a Pedro Sánchez que pida perdón públicamente
por haber fusilado a Lluís Companys.
Es de justicia
elemental. Dirán ustedes que Sánchez no tuvo nada que ver con el fusilamiento.
¿Ah, no? Profundicen un poco en la cuestión: él fue el inductor moral.
Dos talantes
contrapuestos, Torra y Rajoy. Dos formas muy distintas pero curiosamente
simétricas de entender las reparaciones morales.