viernes, 2 de octubre de 2020

INSOLIDARIDAD


Teatro de títeres

 

Por debajo de los discursos se va abriendo paso una verdad diferente: el gobierno central no está “acosando” a la Comunidad de Madrid con el tema de la pandemia; el problema es que la Comunidad de Madrid se ha convertido en un caldo de cultivo y un foco de irradiación del virus, y es necesario atajar ese virus.

Ayuso ha anunciado una querella ante los tribunales por las medidas restrictivas dictadas por Sanidad. Será interesante ver si algún juez se decide a admitirla a trámite. Sabemos todos que este género de servicios al poder es el atajo más seguro para llegar al cielo del Supremo; pero por medio hay muertes diarias, y dictar medidas cautelares contra unas disposiciones legales de urgencia o de semi alarma, significa a corto plazo sumar más muertes y contagios, y a medio plazo, extender estos a otras áreas y multiplicarlos.

Eso es un delito contra la humanidad, según los baremos reconocidos internacionalmente. ¿Hay algún juez dispuesto a afrontarlo? ¿Lo respaldará sin problemas el ciudadano Lesmes?

Hay una expresión en los códigos de este país, de una significación entrañable: las autoridades deben actuar en todo momento con la diligencia “de un buen padre de familia”. La vara de medir es elástica: no se trata de la “media de diligencia” de un padre de familia a secas; se trata de la forma de actuar de un “buen” padre de familia, y eso no deriva de un axioma matemático.

(Acoto, ahora que se cumplen años del voto femenino posible en buena parte gracias a Clara Campoamor, que los dichos códigos no hacen ninguna referencia a las buenas madres de familia, de una importancia trascendental en este y otros muchos temas. Eran códigos del diecinueve, han pasado dos siglos, varias guerras y una revolución feminista por medio. Dejémoslo así.)

Las características de la actuación de un buen padre de familia serían la gestión transparente, el aporte de todos los medios necesarios, la previsión, la cautela. Todo lo contrario del comportamiento que están teniendo las autoridades de la Comunidad de Madrid.

Dichas autoridades, en su personificación actual, son cristobitas, vale decir títeres de la cachiporra, cuyos hilos mueven personajes fuera de foco, situados detrás del telón. Ayuso no tiene ninguna solvencia en este sentido, nunca ha pensado por su cuenta. Casado tampoco, solo está haciendo méritos para ser encaminado por los que mandan a una puerta giratoria sustanciosa, más pronto que tarde. Los dos saben que no tienen porvenir en la política. Los dos dan palos de ciego con sus cachiporras. Dicen que Madrid es España y España es Madrid, lo que equivale a afirmar que Madrid es lo único importante de España, y todo lo demás no vale la pena.

Madrid insolidario. Ejerciendo no de capital de España, sino de escalón superior del sistema, demasiado importante para recibir órdenes de una superioridad a la cual quiere someter a los “legítimos derechos de los madrileños”.

Como si esos madrileños ─cuatro o cinco nada más, no nos engañemos, irritados por el bajón que perciben en sus rentas generadas por la especulación financiera─ tuvieran solo derechos, y no deberes hacia los demás, así en el Madrid que habitan como en toda la geografía del Estado.

“Los demás”, viene a ser un concepto nebuloso que a menudo se olvida entre los entresijos de la economía. “Los demás” somos todos/as aquellos/as para quienes la actual situación es una cuestión de vida o muerte.

Incluidos muchos votantes de Vox.