Por debajo de los
discursos se va abriendo paso una verdad diferente: el gobierno central no está
“acosando” a la Comunidad de Madrid con el tema de la pandemia; el problema es
que la Comunidad de Madrid se ha convertido en un caldo de cultivo y un foco de
irradiación del virus, y es necesario atajar ese virus.
Ayuso ha anunciado
una querella ante los tribunales por las medidas restrictivas dictadas por
Sanidad. Será interesante ver si algún juez se decide a admitirla a trámite.
Sabemos todos que este género de servicios al poder es el atajo más seguro para
llegar al cielo del Supremo; pero por medio hay muertes diarias, y dictar
medidas cautelares contra unas disposiciones legales de urgencia o de semi alarma,
significa a corto plazo sumar más muertes y contagios, y a medio plazo, extender
estos a otras áreas y multiplicarlos.
Eso es un delito
contra la humanidad, según los baremos reconocidos internacionalmente. ¿Hay
algún juez dispuesto a afrontarlo? ¿Lo respaldará sin problemas el ciudadano
Lesmes?
Hay una expresión
en los códigos de este país, de una significación entrañable: las autoridades
deben actuar en todo momento con la diligencia “de un buen padre de familia”. La
vara de medir es elástica: no se trata de la “media de diligencia” de un padre
de familia a secas; se trata de la forma de actuar de un “buen” padre de
familia, y eso no deriva de un axioma matemático.
(Acoto, ahora que se cumplen años
del voto femenino posible en buena parte gracias a Clara Campoamor, que los dichos
códigos no hacen ninguna referencia a las buenas madres de familia, de una importancia
trascendental en este y otros muchos temas. Eran códigos del diecinueve, han
pasado dos siglos, varias guerras y una revolución feminista por medio.
Dejémoslo así.)
Las características
de la actuación de un buen padre de familia serían la gestión transparente, el
aporte de todos los medios necesarios, la previsión, la cautela. Todo lo
contrario del comportamiento que están teniendo las autoridades de la Comunidad
de Madrid.
Dichas autoridades,
en su personificación actual, son cristobitas, vale decir títeres de la
cachiporra, cuyos hilos mueven personajes fuera de foco, situados detrás del
telón. Ayuso no tiene ninguna solvencia en este sentido, nunca ha pensado por
su cuenta. Casado tampoco, solo está haciendo méritos para ser encaminado por
los que mandan a una puerta giratoria sustanciosa, más pronto que tarde. Los
dos saben que no tienen porvenir en la política. Los dos dan palos de ciego con
sus cachiporras. Dicen que Madrid es España y España es Madrid, lo que equivale
a afirmar que Madrid es lo único importante de España, y todo lo demás no vale
la pena.
Madrid insolidario.
Ejerciendo no de capital de España, sino de escalón superior del sistema,
demasiado importante para recibir órdenes de una superioridad a la cual quiere
someter a los “legítimos derechos de los madrileños”.
Como si esos
madrileños ─cuatro o cinco nada más, no nos engañemos, irritados por el bajón que
perciben en sus rentas generadas por la especulación financiera─ tuvieran solo derechos,
y no deberes hacia los demás, así en el Madrid que habitan como en toda la
geografía del Estado.
“Los demás”, viene
a ser un concepto nebuloso que a menudo se olvida entre los entresijos de la
economía. “Los demás” somos todos/as aquellos/as para quienes la actual
situación es una cuestión de vida o muerte.
Incluidos muchos
votantes de Vox.