El silogismo es muy
conocido: Yo tengo un gato griego, Aristóteles era griego, luego Aristóteles
era un gato. Más o menos así ha razonado Esquerra Rústica de Catalunya, que
ayer celebró el día de la Constitución quemando en público algunos de los artículos
de la Carta Magna y nos hizo saber que se trata de una ley “fascista” puesto
que fascista era Manuel Fraga, uno de sus padres fundadores.
Siguiendo la misma
lógica, sin embargo, se trata de una Constitución comunista, puesto que otro de
sus firmantes fue Jordi Solé-Tura. O catalanista, no olvidemos la aportación de Miquel Roca i Junyent. ¿No son capaces en Esquerra de matizar un
mínimo sus afirmaciones y de poner bocado (en el sentido caballuno de la
expresión, a saber, parte del freno que entra en la boca de las caballerías) a
sus bocazas? ¿Siempre han de soltarla pel
broc gros?
Constitución quiere
decir ante todo civilidad. Democracia significa respeto exquisito a las opiniones
ajenas, muy en particular cuando no coinciden con la nuestra. Fascismo, por el
contrario, es la satanización de lo distinto, el alarde bravucón y el muera
quien no piensa como yo. Que mida Esquerra el jardín en el que se ha metido celebrando
con gamberradas de tonto del pueblo el día en el que un mínimo de sensibilidad
democrática imponía el respeto al común por encima de la libertad individual de
expresión. También el independentismo tiene la obligación moral de ser
respetuoso, si es que pretende tener cabida en un entorno democrático de
naciones. Si no toma en cuenta ese principio básico de la convivencia, su ataque
zafio a la Constitución española no tendrá otro efecto visible que la
descalificación inmediata del descalificador.