miércoles, 9 de diciembre de 2015

OPERACIÓN RECONSTITUYENTE


Pablo Iglesias propone al país un “compromiso histórico” que renueve la política y la forma de hacerla en nuestro país. Grandes palabras. Les encuentro sin embargo un defecto, y es que sus dardos se dirigen en exclusiva a la plasmación constitucional de ese gran compromiso plural. Quizás no haga falta tanto. A veces pretendemos grabar en bronces las recetas de cocina.
Me refiero a lo siguiente. La democracia real e igualitaria se practica, más que se inscribe. Un cambio de ley electoral puede ser oportuno, pero sin duda es algo demasiado “adjetivo” para incluirlo en una constitución. La justicia independiente no es algo que haya que reformar constitucionalmente puesto que depende, como en el caso anterior, de las formas de elección de los órganos judiciales. Hay que acabar con la corrupción sin la menor duda, pero las leyes ordinarias ya están ahí, incluida la prohibición formal de las puertas giratorias; y no por elevar el rango de las leyes se incrementará su cumplimiento. Acabará por ocurrirnos como a los constituyentes gaditanos, que votaron a favor de que los españoles fuéramos justos y pacíficos. Ojalá bastara con escribirlo.
Otro tanto cabe decir de la inscripción en la ley magna de los derechos sociales y de las normas relativas al medio ambiente. El respeto genérico ya lo tenemos plasmado ahí, donde habría que incidir más es en cuestiones de orden práctico tales como la reforma de la reforma laboral, la prevención diligente de las distintas manifestaciones de las violencias de género, o el estacazo y tente tieso a quien realice vertidos incontrolados de residuos tóxicos.
Queda el último punto del compromiso propuesto por Iglesias, la constatación del carácter plurinacional del Estado y el encaje adecuado de sus distintas partes a través de la concreción del derecho a decidir. Sí es, en efecto, materia constitucional, pero estamos tan lejos de un acuerdo mayoritario en ese terreno que el compromiso podría retrasarse hasta las calendas griegas.
Conviene en todo caso, mientras tanto, ir haciendo camino, en lugar de pararnos a meditar sobre un virtual proceso constituyente. Es exactamente lo que ha propuesto hace pocas fechas, en un discurso sonado en el salón de actos del Ayuntamiento de Mataró, José Luis López Bulla. Él propone abrir, no un proceso constituyente, sino “reconstituyente”, entendido el término como aquello que restaura las energías y el ánimo. Les ruego que lean con atención lo que ha propuesto (1). Está seguramente un escalón más abajo en el rango jurídico respecto de la propuesta de Iglesias, pero es también un método más pragmático y eficaz, más en corto y por derecho.
A ustedes les toca elegir, según sus gustos y preferencias, entre el compromiso histórico de Pablo y el compromiso pragmático de José Luis. Lo que en todo caso no es de recibo, es la propuesta hecha por Felipe González en el mismísimo acto de su aparición en campaña, al pedir, en Vicálvaro, que nadie vote a los asesores políticos del anterior gobierno de Venezuela.
No hay que confundir las churras con las merinas, don Felipe. Los comicios venezolanos ya pasaron, ahora estamos aquí. Esas descalificaciones globales tienen un recorrido político muy corto, y en Vicálvaro no se le ha perdido a nadie nada en las orillas del Orinoco. Con el debido respeto, su aparatosa puesta en escena en campaña ha tenido mucho de salida de pie de banco.