viernes, 4 de diciembre de 2015

RECUPERAR DESDE EL SINDICALISMO UN PROYECTO DEMOCRÁTICO DE SOCIEDAD


Critica Antonio Baylos, en su discurso «Modelo neoautoritario en la crisis y alternativas sindicales», incluido en el número 2 de la revista digital Pasos a la izquierda (1), la metodología rígidamente autoritaria que siguen las autoridades europeas para abordar la salida de la crisis financiera que nos aflige. Una metodología errónea sin ninguna duda, ya que en lugar de rectificar los errores que dieron lugar al sonado crac bancario del año 2008, los ha amplificado a través de un modelo de gobernanza restrictiva que parte de una desconfianza extrema, no hacia los comportamientos de los mercados de capitales y de las instituciones de banca y crédito, como habría sido de esperar, sino de desconfianza hacia las instituciones políticas y hacia el funcionamiento normal de los mecanismos democráticos.
Voy a extenderme en relación con esa valoración del maestro Baylos. Un inciso: lo hago por mi cuenta, y el lector hará bien, compulsando los dos escritos, en diferenciar lo que dice Baylos (o Ramon Alós, en el post de ayer) con lo que dice Paco Rodríguez de Lecea. Baylos o Alós pueden no estar conformes con todo o parte de lo que por mi cuenta expongo.
Pues bien, me parece a mí que el punto de partida de la doctrina abiertamente ideológica impuesta por la UE y el BCE es la consideración de que, frente a la imperfección intrínseca al modelo mismo de gobierno democrático (puesto que la opinión de la mayoría no es forzosamente la mejor ni la más adecuada a cada circunstancia), es necesario preservar de las torpezas promovidas por esa opinión el núcleo de mayor valor en la vida de las sociedades humanas, es decir, según dicha mentalidad, la economía. Alain Supiot ha analizado de forma exhaustiva este mecanismo (véase su prólogo a La ciudad del trabajo, de Bruno Trentin, incluido asimismo en Pasos a la izquierda nº 2), y Nadia Urbinati, desde una perspectiva de teoría política más general, ha identificado como uno de los “falsos amigos” de la democracia el recurso al dictamen de los expertos para corregir los errores de la "vulgar" opinión.
Frente al “gobierno” de las personas se alza así la “gobernanza” de las cosas, instaurada mediante modelos cibernéticos teóricamente infalibles capaces de señalar en cada momento las salidas más adecuadas para todos los conflictos generados en el ámbito de la economía. Hay un eco lejano de esta posición en la “organización científica del trabajo” implantada a partir de las ideas del ingeniero Taylor. También entonces se produjo un deslumbramiento generalizado ante el espejuelo de la primacía de la ciencia, objetiva e imparcial, sobre la política partidaria.
Los trastornos concretos que ha acarreado ese ideal abstracto de gobernanza han sido muchos. Entre ellos, la expulsión tendencial de los sindicatos de cualquier instancia decisoria en temas económicos, desde la fábrica hasta los grandes pactos de estado económicos y sociales. En este vasto terreno se veta toda negociación de las partes acerca de las cuestiones que les implican, y se entroniza en su lugar el oráculo de la Sibila, a través de un software en cuyo input se han incluido todos los datos relevantes, y que a través del funcionamiento ciego de los algoritmos indica con precisión la vía a seguir, que ha de ser asumida en todas sus consecuencias por una y otra parte.
También por el estado. El estado se ha visto apeado por esta vía de su posición soberana. La sede de la soberanía, cuando menos en los temas relacionados con la economía, ya no es el parlamento sino el algoritmo. Las máquinas dictan sentencia sin apelación posible. No hay tribunal constitucional al que recurrir.
Curiosamente, si los estados quedan sujetos de forma implacable a esa gobernanza suprema, no ocurre lo mismo con las grandes empresas transnacionales. El volumen de sus presupuestos sobrepasa a los de muchas naciones, pero ellas están exentas de las normas estrictas dictadas por los expertos, debido a la colusión permanente y “normal” entre lo público y lo privado, con profusión de puertas giratorias que permiten que los mismos expertos que imponen condiciones draconianas a los estados sean los que asesoran a las majors en sus complejas ingenierías financieras.
Los sindicatos no tienen cabida en este esquema globalizado. Se amonesta a los estados para que no promuevan el diálogo social ni las políticas de bienestar, sino todo lo contrario: deben desmantelar los impedimentos al libre flujo de la gobernanza y pulir todas las rigideces en relación con la “empleabilidad” que puedan aparecer en un mercado de trabajo amorfo, más que abstracto. Cuanto más desprovistos de cualidades propias, de signos externos de pertenencia, de iniciativa, de cultura del trabajo, tanto más “empleables” serán los individuos atomizados de nuestras sociedades, respecto de los cuales sus estados correspondientes reniegan de toda obligación de amparo y de tutela. Los sindicatos, entonces, son una traba al progreso del nuevo orden cibernético.
Concluye Baylos su discurso con algunas observaciones acerca de la necesaria respuesta sindical a esa ofensiva ideológica. Habla de las «microdiscontinuidades» que permiten afrontar con posibilidades de éxito algunos de esos ucases, y también propone medidas de renovación de la acción sindical que vienen a confluir en buena parte con las que, desde una perspectiva diversa, propone Ramon Alós en el trabajo que ayer comentaba en estas páginas. Subrayo en particular dos cuestiones planteadas por Baylos que me parecen clave. En el ámbito europeo, luchar para «crear las condiciones de una soberanía compartida sobre la base de solidaridades directas posiblemente de ámbito sub-regional entre gobiernos, sindicatos y fuerzas sociales al margen de los procesos comandados por la globalización financiera.» Y en un planteamiento más general, filosófico si se quiere, la importancia de un “proyecto” que pilote la acción sindical por entre los meandros de la práctica cotidiana. Estas son sus palabras: «Se requiere un intenso trabajo cultural para recuperar esta “proyectualidad” del sindicato más allá de las aplicaciones pragmáticas que se realizan en la cotidianeidad de sus prácticas.»
Amén.
 

(1) Puede consultarse en http://pasosalaizquierda.com/