Critica Antonio Baylos, en su discurso «Modelo neoautoritario en
la crisis y alternativas sindicales», incluido en el número 2 de la revista
digital Pasos a la izquierda (1), la metodología
rígidamente autoritaria que siguen las autoridades europeas para abordar la
salida de la crisis financiera que nos aflige. Una metodología errónea sin
ninguna duda, ya que en lugar de rectificar los errores que dieron lugar al sonado
crac bancario del año 2008, los ha amplificado a través de un modelo de
gobernanza restrictiva que parte de una desconfianza extrema, no hacia los
comportamientos de los mercados de capitales y de las instituciones de banca y
crédito, como habría sido de esperar, sino de desconfianza hacia las instituciones
políticas y hacia el funcionamiento normal de los mecanismos democráticos.
Voy a extenderme en
relación con esa valoración del maestro Baylos. Un inciso: lo hago por mi
cuenta, y el lector hará bien, compulsando los dos escritos, en diferenciar lo
que dice Baylos (o Ramon Alós, en el post de ayer) con lo que dice Paco
Rodríguez de Lecea. Baylos o Alós pueden no estar conformes con todo o parte de
lo que por mi cuenta expongo.
Pues bien, me
parece a mí que el punto de partida de la doctrina abiertamente ideológica impuesta
por la UE y el BCE es la consideración de que, frente a la imperfección intrínseca
al modelo mismo de gobierno democrático (puesto que la opinión de la mayoría no
es forzosamente la mejor ni la más adecuada a cada circunstancia), es necesario
preservar de las torpezas promovidas por esa opinión el núcleo de mayor valor en
la vida de las sociedades humanas, es decir, según dicha mentalidad, la
economía. Alain Supiot ha analizado de forma
exhaustiva este mecanismo (véase su prólogo a La ciudad del trabajo, de Bruno Trentin, incluido asimismo en Pasos
a la izquierda nº 2), y Nadia Urbinati, desde
una perspectiva de teoría política más general, ha identificado como uno de los
“falsos amigos” de la democracia el recurso al dictamen de los expertos para
corregir los errores de la "vulgar" opinión.
Frente al “gobierno”
de las personas se alza así la “gobernanza” de las cosas, instaurada mediante
modelos cibernéticos teóricamente infalibles capaces de señalar en cada momento
las salidas más adecuadas para todos los conflictos generados en el ámbito de
la economía. Hay un eco lejano de esta posición en la “organización científica
del trabajo” implantada a partir de las ideas del ingeniero Taylor. También
entonces se produjo un deslumbramiento generalizado ante el espejuelo de la primacía
de la ciencia, objetiva e imparcial, sobre la política partidaria.
Los trastornos concretos
que ha acarreado ese ideal abstracto de gobernanza han sido muchos. Entre
ellos, la expulsión tendencial de los sindicatos de cualquier instancia decisoria
en temas económicos, desde la fábrica hasta los grandes pactos de estado económicos y sociales. En este vasto terreno se veta toda negociación de las partes acerca
de las cuestiones que les implican, y se entroniza en su lugar el oráculo de la
Sibila, a través de un software en
cuyo input se han incluido todos los
datos relevantes, y que a través del funcionamiento ciego de los algoritmos
indica con precisión la vía a seguir, que ha de ser asumida en todas sus
consecuencias por una y otra parte.
También por el estado.
El estado se ha visto apeado por esta vía de su posición soberana. La sede de
la soberanía, cuando menos en los temas relacionados con la economía, ya no es
el parlamento sino el algoritmo. Las máquinas dictan sentencia sin apelación
posible. No hay tribunal constitucional al que recurrir.
Curiosamente, si
los estados quedan sujetos de forma implacable a esa gobernanza suprema, no
ocurre lo mismo con las grandes empresas transnacionales. El volumen de sus
presupuestos sobrepasa a los de muchas naciones, pero ellas están exentas de las
normas estrictas dictadas por los expertos, debido a la colusión permanente y “normal”
entre lo público y lo privado, con profusión de puertas giratorias que permiten
que los mismos expertos que imponen condiciones draconianas a los estados sean
los que asesoran a las majors en sus
complejas ingenierías financieras.
Los sindicatos no
tienen cabida en este esquema globalizado. Se amonesta a los estados para que
no promuevan el diálogo social ni las políticas de bienestar, sino todo lo
contrario: deben desmantelar los impedimentos al libre flujo de la gobernanza y
pulir todas las rigideces en relación con la “empleabilidad” que puedan aparecer
en un mercado de trabajo amorfo, más que abstracto. Cuanto más desprovistos de
cualidades propias, de signos externos de pertenencia, de iniciativa, de
cultura del trabajo, tanto más “empleables” serán los individuos atomizados de
nuestras sociedades, respecto de los cuales sus estados correspondientes
reniegan de toda obligación de amparo y de tutela. Los sindicatos, entonces,
son una traba al progreso del nuevo orden cibernético.
Concluye Baylos su
discurso con algunas observaciones acerca de la necesaria respuesta sindical a
esa ofensiva ideológica. Habla de las «microdiscontinuidades»
que permiten afrontar con posibilidades de éxito algunos de esos ucases, y también
propone medidas de renovación de la acción sindical que vienen a confluir en
buena parte con las que, desde una perspectiva diversa, propone Ramon Alós en el trabajo que ayer comentaba en estas
páginas. Subrayo en particular dos cuestiones planteadas por Baylos que me
parecen clave. En el ámbito europeo, luchar para «crear
las condiciones de una soberanía compartida sobre la base de solidaridades directas
posiblemente de ámbito sub-regional entre gobiernos, sindicatos y fuerzas
sociales al margen de los procesos comandados por la globalización financiera.» Y
en un planteamiento más general, filosófico si se quiere, la importancia de un “proyecto”
que pilote la acción sindical por entre los meandros de la práctica cotidiana.
Estas son sus palabras: «Se
requiere un intenso trabajo cultural para recuperar esta “proyectualidad” del
sindicato más allá de las aplicaciones pragmáticas que se realizan en la
cotidianeidad de sus prácticas.»
Amén.
(1) Puede
consultarse en http://pasosalaizquierda.com/