Las páginas de la
prensa de sustancia vienen pobladas hoy de artículos de opinión firmados por
las mejores plumas de la panoplia actual, con un tema en común: la definición
del próximo gobierno.
Enric
Juliana, en La Vanguardia,
intuye un nexo íntimo entre el acto al que se está dedicando, en los momentos
en que escribo, la CUP en Sabadell, y el devenir político general en España. La
vía libre o no a la investidura de Mas, es su argumento, sería el resorte que
pondría en marcha la concreción de una u otra serie de futuribles hipotéticos
en una escala más amplia de realidades. La pelota ha topado con el borde
superior de la red, está en el aire y puede caer en uno u otro lado de la
pista. Matchpoint.
Me atrevo a decir
que el maestro no atina en esta ocasión. El resto de analistas de primera fila
que comparecen hoy en las páginas de El País apenas se refieren a Cataluña, y
lo que decida hacer en definitiva la CUP con sus diez votos en sede
parlamentaria no les empacha la digestión del desayuno. Sol Gallego centra su análisis en Mariano Rajoy, ¿por qué insiste
en presentar su candidatura al gobierno de la nación si sabe perfectamente que
no va a encontrar apoyos en otros grupos? Ernesto
Ekaizer, por su parte, coloca en el punto de mira a Pedro Sánchez. Tiene
como candidato el problema opuesto al de Rajoy: podría encontrar apoyos
externos para su candidatura, pero le falla el necesario respaldo de su grupo.
Voces de muerte están sonando cerca del Guadalquivir.
Así pues, Mas sería
una variable despreciable en la ecuación, gane o no gane la investidura. El procès con Mas, después del 20D, tendría
un recorrido muy corto; y para el procès
sin Mas, no habría recorrido en absoluto. La mera idea de Cataluña gobernada
por una tetrarquía semeja de ópera bufa. No se ha visto cosa igual desde las
postrimerías del imperio romano. Y entonces, si a alguien le interesa
recordarlo, no acabó bien.
La bronca está
instalada en las dos grandes casas del bipartidismo residual. En ambas se pide
a voces congreso. En el PP no se discute (aún) la figura de Rajoy, pero sí todo
lo demás. Y el propio Rajoy es enarbolado como un recurso provisional, con el
que ganar el tiempo necesario para una sucesión ordenada. En el PSOE ya llevan
tiempo paseando por el filo de la navaja: la idea predominante es que, puesto
que Pedro no ha dado la talla, se le cambia, y cuanto antes mejor. También
matan a los caballos, como dejó dicho para la eternidad Horace McCoy.
He dejado para el
final la perla de los análisis de hoy domingo. La firma en El País Mario Vargas Llosa, y lleva por título «La gran
coalición». Muchos de ustedes se asombrarán de que califique de “perla” un
texto semejante. De hecho, es pura huachafería, para expresarlo con un término
propio del autor. Pero Mario no escribe estas cosas motu proprio, ni siquiera las piensa probablemente. Su firma es una
pantalla interpuesta para la expresión coral de un sindicato de intereses (en
la peor acepción del término “sindicato”), y en ese sentido vale la pena leer
el artículo, y más aún leer entre líneas.
Esta es la
propuesta, en sus propios términos: «… la única fórmula que puede
funcionar si las tres fuerzas inequívocamente democráticas, proeuropeas y
modernas —el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos—, deponiendo
sus diferencias y enemistades en aras del futuro de España, elaboran seriamente
un programa común de mínimos que garantice la operatividad del próximo Gobierno
y, en vez de debilitarlas, fortalezca las instituciones, dé una base popular
sólida a las reformas necesarias y de este modo consiga los apoyos financieros,
económicos y políticos internacionales que permitan a España salir cuanto antes
de la crisis que todavía frena la creación de empleo y demora el crecimiento de
la economía.»
Anoten ustedes la cascada de beneficios que
representaría la suma de las tres fuerzas “inequívocamente democráticas,
proeuropeas y modernas” (los tres adjetivos y el adverbio utilizados dan ya materia
en sí mismos para un sugerente análisis semántico): a) en aras del futuro de
España; b) fortalecimiento de las instituciones; c) base sólida a las reformas
necesarias; d) apoyos financieros, económicos y políticos (por este orden
preciso) internacionales; e) salida “cuanto antes” de la crisis que todavía
etcétera.
Esta retahíla representa la continuación por
otros medios de la política emprendida en los seis últimos años por los dos
gobiernos que han tenido que afrontar la crisis en España. La enunciación sigue
siendo la misma que se hizo en 2008. No hay ninguna evaluación de los
resultados obtenidos en este tiempo, ni de las novedades en el marco
internacional, ni el menor signo de rectificación. Todo lo cual nos lleva, más
allá de la literatura del egregio premionóbel que firma el panfleto, a adivinar quiénes
forman parte del sindicato de intereses antes aludido. Gente seria, gente de negocios.
Lo interesante, el único dato nuevo, es que
se reclama de las tres fuerzas generosidad y “sacrificios” (sic) para abordar
la nueva etapa con el mandato que una mayoría de electores ha expresado a
través de las “ánforas” (sic de nuevo). ¿Sacrificios? ¿Qué sacrificios pueden
reclamar las ánforas en la presente tesitura, si todas las bondades que se
ofrecen son las mismas que estaban ya en el escaparate hace seis años, y sobre
las cuales han jurado en vano nuestros líderes con tanto entusiasmo como
contumacia?
Si leemos entre líneas, quizá lleguemos a la
conclusión de que lo que se reclama por nóbel interpuesto en este panfleto
sibilino son las cabezas de Arturo, de Pedro y de Mariano, en aras de un futuro
radiante. ¿Por qué no? ¿Acaso no matan a los caballos?