Félix de
Azúa ha irrumpido por
la escondida senda abierta pocas fechas atrás por Mario
Vargas Llosa, en beneficio de una “gran coalición” ampliada. Hay entre
los dos literatos una connivencia que se remonta a las fechas pretéritas del “boom”;
Carlos Barral los unió. Ninguna sorpresa, pues,
por ese lado.
Tal vez sí resulte
sorprendente para algunos admiradores de Azúa, entre los que me cuento sin
reservas, el tono soez utilizado en el ataque a Podemos. Diríamos que es
impropio, de no tener en cuenta que Félix es un profesional, un condottiero literario, y que aquello que
expresa no lo expresa en su nombre, sino en nombre de la comandita que le
retribuye.
¿Cuál sería esa
comandita fantasmal, o “sindicato de intereses” como yo mismo lo califiqué en
una ocasión anterior? (1) Algunos nombres propios van saliendo al retortero, y
si me hago eco de ellos en este ejercicio ocioso de redacción, lo hago sin
asumir ninguna responsabilidad personal en ello. Filtro el material off the record, como se dice en los
medios de cotilleos satinados.
He aquí, pues,
algunos “pesos pesados” de la vieja política que ya se habrían significado en
la exigencia de la formación rápida de un gobierno de “gran coalición + 1” que
calme las inquietudes de Bruselas, Berlín y las más variadas Bolsas de valores,
por el bien supremo de España y en particular de su marca más acreditada en
tales foros, a saber Ibex35.
Son ellos: Carlos Solchaga, Luis Carlos Croissier, Javier Gómez-Navarro,
Eduardo Serra, José Luis Corcuera, Valeriano Gómez, Rafael Arias Salgado, Juan
Miguel Villar Mir y Jaime Mayor Oreja. Lo
mejor de cada casa, con amplia experiencia en el uso y disfrute de puertas
giratorias entre la alta administración y la alta finanza.
Estos prohombres, y
se supone que el censo completo no acaba ni mucho menos con ellos, habrían
llegado a la conclusión de que los españoles nos hemos excedido en la delicada maniobra
de poner la democracia en el disparadero, y que los daños para el sistema
pueden llegar a ser irreparables. Se ha rebasado el margen prudencial para que
los Indignados se desfoguen, y ahora es urgente reconducir las opciones hacia
terrenos más seguros. Nada de Podemos, nada de Mareas ni Ahoras, ni de
nacionalismos periféricos aunque no sean soberanistas sensu strictu. El vehículo para desatascar la coyuntura ha de tener
tres ruedas, las dos del viejo bipartidismo que tantos buenos oficios ha
prestado en el pasado ciclo político, más la incorporación de Ciudadanos como toque convincente de renovación.
De hecho, debió de
pensarse que Albert Rivera tendría mejores
cifras que ofrecer, como mínimo un sorpasso
al odioso Podemos. No siendo así, es difícil postularlo como presidenciable: le
falta peso, manifiestamente, y es probable que también le falte un hervor, dado
que sus chances se despeñaron demasiado deprisa a lo largo de la campaña. No
está descartado de forma definitiva, sin embargo, sino guardado en el
congelador a la espera de ser rápidamente reciclado en el horno microondas si
en algún momento su presencia se hiciera indispensable en la cocina. Dependerá ello
del juego que ofrezcan las opciones mejor posicionadas: Susana Díaz por el ppsoe, y algún nuevo mosquetero del pp genuino,
siempre que emerja de forma oportuna, respaldado por un congreso express, y que la orla de su manto no haya
sido mancillada por los lodos pestilenciales tan sobreabundantes en la etapa
anterior.
Este es el sudoku
que hace falta cuadrar. A ello están dedicados los mejores muñidores,
conseguidores y cazatalentos que pueden ofrecer hoy día, al alimón, nuestra resistente
vieja clase política y nuestras acreditadas finanzas.