jueves, 3 de diciembre de 2015

NUEVAS NECESIDADES ORGANIZATIVAS DE LOS SINDICATOS

Ramon Alós señala en el extenso trabajo “El sindicalismo ante un cambio de ciclo”, publicado en el número 2 de la revista digital Pasos a la izquierda (1), cómo los dos grandes incentivos genéricos que impulsan la sindicación – la utilidad particular, en términos “resultadistas”, que obtiene cada trabajador por el precio de la cuota sindical, y las expectativas de una acción colectiva organizada para la mejora de las condiciones comunes de trabajo – están sufriendo una erosión continuada desde hace varias décadas.  
Señala Alós seis grandes factores de cambio, cuya conjunción configura la aparición de un nuevo “ciclo largo” que exige, claro, “reciclarse” a las organizaciones sindicales en sus hábitos de trabajo y en sus formas organizativas. Enumero esos seis factores: 1) el paro y la precariedad en el empleo; 2) la noción misma de trabajo; 3) la dispersión y la fragmentación de la producción, con el fenómeno añadido de la subcontratación; 4) las relaciones triangulares, por las que un trabajador contratado por una empresa presta sus servicios en otra; 5) la gestión de los recursos humanos, y 6) la globalización y financiarización de la economía.
La lista de factores de cambio tiene un carácter meramente descriptivo. Está claro que existe una relación entre varios de esos cambios, y que unos pueden ser caracterizados como “causas” mientras otros aparecen más bien como “consecuencias”. También la expresión “cambio de ciclo” es discutible, en la medida en que un ciclo sugiere la repetición en el tiempo de unas fases determinadas de flujo y de reflujo, cosa que difícilmente puede aplicarse a la situación de organización de la producción por la que atravesamos. Ha habido un salto claro de un modo de producción “dominante” a otro distinto, por más que el cambio de escenario no haya sido ni completo, ni nítido. Alós lo describe como un trasvase progresivo de un “viejo” a un “nuevo” sector primario de la producción. El sector primario es, en este sentido, el que ejerce el rol de locomotora; los demás sectores siguen detrás, bien aprovechando la inercia generada, o bien echando el bofe para no quedar rezagados de forma definitiva.
Hay un factor importante en el cambio de coyuntura económica (si es ese el diagnóstico adecuado) o de paradigma productivo (como preferimos decir algunos), que Alós omite en su enumeración: el componente jurídico. Han cambiado en nuestro país – y en otros –, la legislación laboral y los criterios jurisprudenciales para aplicarla; se han sucedido casi sin respiro sucesivas y atropelladas reformas que han dado un giro radical a todo el marco institucionalizado de las relaciones laborales y de la negociación colectiva. En el mismo número de la revista Pasos a la izquierda antes citada, se publica una intervención de Antonio Baylos que profundiza de forma certera en este estado de cosas. Me referiré a ella en otra  ocasión, porque ahora me interesa subrayar algunas propuestas o sugerencias organizativas de Alós para el sindicato, que me parecen del mayor interés. A saber:
a) El dilema confederal: tratar de abarcarlo todo desde la organización, o coordinarse con otras instancias de forma más ágil.  El sindicato confederal “tipo” se ha construido siguiendo el modelo de la fábrica fordista: concentración, masividad, jerarquización, unidad de propósito. En épocas recientes, y en parte por la presión financiera, ha tenido lugar un largo proceso de fusión de federaciones de rama y de agregación de territorios. Quizás el mejor camino para avanzar sea el opuesto, “pegarse al terreno” a través de una diversificación de “puntos de acción sindical” autónomos, no jerarquizados y coordinados en red. Esta estrategia iría en el mismo sentido de la de la empresa postfordista, que se ha flexibilizado y “horizontalizado”, externalizando algunas fases del proceso productivo.
b) El sindicalismo no puede limitarse a intervenir en los centros de trabajo. Y su interlocutor ya no es solo el empresario, hoy también condicionan el empleo usuarios, clientes. De esta idea deriva una conexión fuerte entre sindicato y tejido asociativo en el territorio, incluidos los movimientos sociales de nuevo tipo. Conexión que solo puede tener lugar, evidentemente, desde la coordinación de esfuerzos y el respeto recíproco a la autonomía plena del interlocutor .
c) El horizonte del estado-nación, que no debe menospreciarse, no puede orientar en exclusiva la acción sindical. Hoy se está configurando un mercado de trabajo global, como indican la frecuencia y el volumen de las deslocalizaciones de procesos productivos. Las grandes empresas transnacionales buscan legislaciones “amigables” que les supongan privilegios, ayudas, exenciones de impuestos y reducciones del coste unitario de la fuerza de trabajo menos cualificada. Un sindicalismo ceñido al marco estrictamente nacional es forzosamente perdedor; porque todas las mejoras laborales que pueda conseguir quedarán anuladas por la fuga del trabajo hacia otras localizaciones más acogedoras. Lo cual implica la necesidad de un desdoblamiento de la acción sindical hacia dentro y hacia fuera de las fronteras y de los sistemas jurídicos elaborados por el estado-nación. No es cuestión de reforzar en los organismos de dirección a la secretaría de Relaciones Internacionales, sino de incorporar la nueva realidad a todos y cada uno de los escalones de la organización. Hay ejemplos, brillantes, de cómo se está haciendo esto en algunas organizaciones; pero aún no se han extendido lo suficiente, y están lejos de haber cuajado en una práctica compartida.
d) Tarea prioritaria del sindicato, frente a la pérdida de cohesión y de identidad de los asalariados, es “la construcción de una nueva visión del empleo y de la sociedad, para aunar nuevas identidades y objetivos”. Se ha dibujado en los tres puntos anteriores una organización sindical más flexible y más horizontal, “en red”. Pero para no dispersarse en una suma de corporativismos de recorrido corto, ese movimiento “centrífugo” ha de compensarse con otro de sentido contrario. La mayor actividad autónoma y la presencia descentralizada del sindicato en los centros de trabajo, en el territorio, entre los movimientos sociales y en el ámbito internacional, requieren un esfuerzo mucho mayor de elaboración, de confrontación y de síntesis, por parte del grupo dirigente confederal. Esa necesidad en un mundo que ha crecido en complejidad y en articulación implica una reflexión de fondo sobre la composición de dicho grupo dirigente, los saberes diversos que ha de aglutinar, su funcionamiento, su implicación. En una palabra, su capacidad colectiva de dirección.
La magnitud de estas premisas de cambio justificaría el término "refundación" utilizado en un documento oficial por Ignacio Fernández Toxo para describir las tareas que deberán abordar en el presente inmediato las Comisiones Obreras. 
 
(1) Puede consultarse en http://pasosalaizquierda.com/