En una alocución
histórica, Winston Churchill ofreció a la Gran Bretaña en guerra “sangre, sudor
y lágrimas” como remedio para salir del atolladero. Churchill era un antiguo.
Los gurús de hoy prescinden en absoluto en sus recetas de tales líquidos
corporales, y de otros aún. Ejemplo, Luis María Linde, director del Banco de
España y sin la menor duda uno de esos 126 bancarios españoles que cobran por
encima del millón de euros al año; muy probablemente dobla o triplica la
cantidad, y mira por encima del hombro a la tropa del quilo justito.
Linde ha encontrado
el remedio infalible para el problema de las pensiones: retrasar la edad legal
de la jubilación. Que la gente alargue su vida laboral y acorte la etapa de
pensionista. Puede parecer una solución sencilla, pero tiene su mérito: hacía falta
caer en la cuenta.
– Es que no hay trabajo
suficiente, señor Linde.
– Vamos por partes.
Ese es otro problema y se abordará en su momento. Los problemas, de uno en uno
y sin amontonarse.
Algo parecido le
ocurrió hace algunos años a George Bush Jr. Ante una plaga de incendios
forestales en el Oeste de los Estados Unidos, sugirió como remedio talar los
bosques.
– El remedio es
peor que la enfermedad, señor presidente.
Todo son quejas. La
ciudadanía es insaciable.
En un libro
memorable, El espíritu de Filadelfia,
el profesor francés Alain Supiot ha calificado de autista la actitud de los
tecnócratas que enmascaran la realidad cruda de las cosas y sustituyen el mundo
como es por una representación numérica que tiene para ellos la ventaja,
precisamente, de obviar la sangre, el sudor y las lágrimas con las que se amasa
todos los días el pan de los pobres. La ciencia de la estadística ofrece a sus
cultivadores soluciones redondas y abstractas, que son susceptibles además de
pequeñas manipulaciones de conveniencia. Supiot describe así el método: «…
inventan las categorías que describen, recurriendo a convenciones de
equivalencia que reducen a una misma cantidad situaciones diferentes. La acción
se orienta entonces a la mejora de puntuaciones estadísticas o contables, cada
vez más desconectadas de las realidades.»
Así se concreta la
paradoja anticipada por Simone Weil en La
condición obrera: «Las cosas desempeñan el papel de los hombres, y los
hombres el papel de las cosas.» Hombres cosificados, alienados de su sangre, su
sudor y sus lágrimas, reducidos a simples unidades aritméticas dócilmente
alineadas en largas series nacidas del entrecruzamiento de toda clase de bases
de datos.
Los tecnócratas
como Linde van a tener que hacer serios esfuerzos suplementarios, sin embargo.
La realidad vuelve una y otra vez, tozuda, e invade incluso el terreno aséptico
de la estadística. El sociólogo Pere Jódar, en un artículo demoledor publicado
en eldiario.es (1), reseña datos del indicador AROPE sobre la pobreza y/o el
riesgo de exclusión en España:
Un 13,2% de los
trabajadores empleados (no se cuentan
los parados ni los jóvenes que no han accedido aún al mercado de trabajo) estaban
en 2015 por debajo del umbral de la pobreza. Uno de cada cuatro adultos en España
se encontraba en riesgo cierto de pobreza y/o exclusión; peor aún, uno de cada
tres niños. Tres colectivos particularmente afectados por esa situación: los
parados, los inmigrantes, las mujeres. Sangre, sudor y lágrimas.
Por debajo del de
la pobreza se sitúa otro umbral, el de la privación material severa: un 6,4% de
españoles la sufre. Los jóvenes están sobrerrepresentados en este grupo social.
El 11% de los hogares (5,1 millones de personas) se ven afectados por la
pobreza energética; es decir, carecen de medios adecuados de calefacción en los
meses de frío.
Alargar la vida
laboral de las personas que padecen estas u otras condiciones tan solo un poco
menos dramáticas, y recortarles no solo la cuantía de su pensión sino el
derecho mismo a percibirla retrasando y endureciendo las condiciones de acceso
a la misma, es, para emplear una metáfora lo más suave posible, apagar el
incendio con gasolina. Pero está visto que nuestros prohombres de las finanzas no
perciben la realidad que les rodea, solo atienden a los números febriles que
bailotean en los terminales de sus ordenadores. El Big Data alimenta el bienestar
satisfecho que ya anticipaban al percibir la turgencia sensual de sus cuentas
corrientes y de sus fondos de inversión: “Albricias, otra buena añada para la
economía.”
(1) Recomiendo la
lectura atenta de todo el artículo de Pere Jódar. Ver http://www.eldiario.es/catalunyaplural/opinions/Desigualtats_6_611798823.html