jueves, 23 de febrero de 2017

RENGLONES DERECHOS, RENGLONES TORCIDOS


El presidente de la Comunidad de Murcia Pedro Antonio Sánchez sigue en su puesto, aun después de ser investigado (nuevo vocablo de la jerga judicial que sustituye al término “imputado”, mucho más cacofónico) por un caso de corrupción. En cambio, quien ha sido relevado en menos de lo que tarda en santiguarse un cura loco, ha sido el fiscal que lo imputó. Estamos hoy a 23F, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá, y el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, no han necesitado pistolones ni tricornios para darle un meneo “tejeringo” a nuestro baqueteado estado de derecho: han conculcado todas las leyes, desde la Constitución intocable hasta los estatutos del Ministerio Fiscal, para imponer en su lugar unos reglamentos sui generis que estipulan la sujeción dócil del poder judicial al poder político, siempre y cuando el poder político sea el que debe ser por derecho natural y por sentido común.
El fiscal superior de Murcia que va a ser relevado, Manuel López Bernal, ha denunciado ante los medios presiones y coacciones sufridas por el fiscal anticorrupción Juan Pablo Lozano en relación con el caso del Auditorio de Puerto Lumbreras. Catalá le ha contestado, impertérrito, que si sufrió coacciones su deber era comunicarlas a la superioridad. ¿Qué ocurre entonces cuando es la superioridad la que coacciona? Hemos dado la vuelta a la tortilla: rige la presunción de inocencia para el imputado por corrupción, y la presunción de culpabilidad para el fiscal díscolo que le investiga. Ambas presunciones mantenidas a rajatabla y a machamartillo, sin que sean admisibles al respecto pruebas, aun flagrantes, en contrario.
¿Para qué tomarse la molestia de opositar a un puesto de fiscal, entonces? ¿Para qué estudiar Derecho, en último término? Oposítese al novedoso cargo de “azote de titiriteros y defensor del establishment”, y en lugar de Derecho estúdiese la carrera de Torcido. Dicen algunos místicos que Dios escribe derecho con renglones torcidos. No me alcanzan las luces para saber de cierto si es así, pero en cambio soy testigo de que el ministro Catalá ha conseguido la hazaña inversa: escribe torcido con renglones derechos.
Se merece como mínimo una mención en el Libro Guinness de los Récords.