El presidente de la
Comunidad de Murcia Pedro Antonio Sánchez sigue en su puesto, aun después de
ser investigado (nuevo vocablo de la jerga judicial que sustituye al término “imputado”,
mucho más cacofónico) por un caso de corrupción. En cambio, quien ha sido
relevado en menos de lo que tarda en santiguarse un cura loco, ha sido el
fiscal que lo imputó. Estamos hoy a 23F, y el ministro de Justicia, Rafael
Catalá, y el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, no han necesitado
pistolones ni tricornios para darle un meneo “tejeringo” a nuestro baqueteado
estado de derecho: han conculcado todas las leyes, desde la Constitución
intocable hasta los estatutos del Ministerio Fiscal, para imponer en su lugar unos
reglamentos sui generis que estipulan la sujeción dócil del poder judicial al
poder político, siempre y cuando el poder político sea el que debe ser por derecho
natural y por sentido común.
El fiscal superior
de Murcia que va a ser relevado, Manuel López Bernal, ha denunciado ante los
medios presiones y coacciones sufridas por el fiscal anticorrupción Juan Pablo
Lozano en relación con el caso del Auditorio de Puerto Lumbreras. Catalá le ha
contestado, impertérrito, que si sufrió coacciones su deber era comunicarlas a
la superioridad. ¿Qué ocurre entonces cuando es la superioridad la que
coacciona? Hemos dado la vuelta a la tortilla: rige la presunción de inocencia
para el imputado por corrupción, y la presunción de culpabilidad para el fiscal
díscolo que le investiga. Ambas presunciones mantenidas a rajatabla y a
machamartillo, sin que sean admisibles al respecto pruebas, aun flagrantes, en
contrario.
¿Para qué tomarse
la molestia de opositar a un puesto de fiscal, entonces? ¿Para qué estudiar
Derecho, en último término? Oposítese al novedoso cargo de “azote de
titiriteros y defensor del establishment”, y en lugar de Derecho estúdiese la
carrera de Torcido. Dicen algunos místicos que Dios escribe derecho con
renglones torcidos. No me alcanzan las luces para saber de cierto si es así,
pero en cambio soy testigo de que el ministro Catalá ha conseguido la hazaña
inversa: escribe torcido con renglones derechos.
Se merece como
mínimo una mención en el Libro Guinness de los Récords.