domingo, 19 de febrero de 2017

OKUPA Y BOTIFLERA


Aún no se han apagado los ecos de la sentencia absolutoria de la infanta Hipsipila imputada por haber dejado la crisálida, cuando otras novedades se agolpan para ocupar la atención de la audiencia en esta España de las maravillas. Lean en elpais el caso de los cerca de 3000 empleos aparecidos milagrosamente en el pueblo madrileño de Galapagar, empleos que no corresponden a nada, que no benefician a nadie y de los que nadie se hace responsable, porque las altas que se inscriben en las listas de la Seguridad social son anónimas y nadie está obligado a justificarlas a través de ningún mecanismo de control reglamentario.
Un espejismo inducido, en favor de no se sabe quién. Misterios de la administración. Carácter diferente tiene otro caso que tomo también de elpais. Se trata en este caso de una tormenta mediática perfecta desarrollada en las redes sociales en contra de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau. Colau no tenía prácticamente nada que ver con una instalación artística al aire libre montada en el Fossar de les Moreres de Barcelona bajo el patrocinio de la concejalía de Cultura. Durante dos días, desde el jueves día 9 de febrero, la ciudadanía convivió con la instalación sin problema. Ningún mensaje en Twitter, tampoco. Luego, el sábado 11 a las 12.32 Mark Serra, un exponente significado de las posiciones más derechistas del PDECat, tuiteó en gran estilo (observen la conjunción insólita de los dos calificativos insultantes): «Y la Colau sigue haciendo montajes artísticos que degradan los santuarios del independentismo. ¿Cuándo echamos a esta okupa botiflera?»
Lo que sucedió entonces ha sido investigado por una empresa especializada en el tráfico de las redes sociales. A las 12.50 replicó Joan Maria Piqué, responsable de la comunicación con medios internacionales de la Generalitat, con otro mensaje que clamaba: “¡Vergüenza!” Tres minutos después entraba en el cotillón Francesc Abad: “¡Ni olvido ni perdón!” Y a partir de ese momento una decena de cuentas anónimas (trolls) se lanzaron a extender la “polémica”: 19.000 mensajes en la red, 32 millones de impactos potenciales. Las instancias políticas entraron en el asunto a las 13.32. La periodista Pilar Rahola se distinguió especialmente en la extensión de la protesta. Ni siquiera fue original; acusó a Colau de “obsesión enfermiza por degradar los símbolos nacionales”, ¿les suena?
El Ayuntamiento optó por retirar la instalación aquella misma tarde. Había sido proyectada por alumnos de la Facultad de Bellas Artes, algunos de los cuales, por esas cosas de la vida que tanto la asemejan a un tango, militan en el independentismo.
La historia trae un relente de otras épocas de penoso recuerdo. La libertad de expresión se invoca ahora para justificar insultos, siempre desde una posición muy determinada y frente a otras posiciones que no acaban de ajustarse miméticamente a la línea marcada. Pero lo sucedido con la censura anónima de las dos exposiciones que no recibieron el “vist i plau” de determinadas instancias, primero la del Born y ahora la del Fossar, no es una buena noticia en relación con lo que podría llegar a ser una Catalunya independiente en manos de algunos de sus más enfervorizados valedores.