Ayer se disparó el
número de visitas a este blog. Es un hecho insólito porque mis visitantes
suelen ser habituales, gente que se siente unida a mis ejercicios de redacción
por una sintonía común. Ni cobro por lo que escribo permitiendo a cambio la
inclusión de cookies, ni siento mucho interés por el público que pueda clicar “me
gusta” o “no me gusta” en facebook u otras plataformas; lo que busco en mis
lectores es complicidad.
Ocurre de vez en
cuando, y de forma bastante casual, que lo que escribo interesa a un público más
amplio y heterogéneo. Durante un mes, el top hit en visitas de mis páginas ha
sido “El triangulillo”, un divertimento escrito el día 6 de enero casi sin
querer, al hilo de una indiscreción pícara de la prensa nacional y con el humor efervescente derivado de la visión de mis nietos
trasteando los juguetes que les habían traído los magos.
No fue el caso del
aluvión de ayer: tuve 291 visitas procedentes de Rusia. El contador de visitas
no cuenta la procedencia diariamente, sino por semanas; ahora bien, en la semana
anterior las visitas rusas habían sido cero, y ayer aparecieron de
golpe 291.
Como no soy propicio
a las ilusiones vanas, busqué una causa objetiva para la anomalía. La
hipótesis más verosímil a la que llegué es que el día anterior había traído a
colación, por alusiones, el nombre del presidente de Corea del Norte, Kim
Jong-Un. Imagino entonces que ese nombre consta en los buscadores de los
servicios de inteligencia. Alguien allá lejos está peinando continuamente la
blogosfera en busca de pistas para posibles amenazas, o disidencias, o insurgencias.
Lo cual es
congruente con otra característica de mi audiencia que ya ha dejado de ser
sorpresiva para convertirse en habitual: el mayor número de visitas a mis
escritos no viene de España, sino de Estados Unidos. Con mucha diferencia. Es
algo que empezó a ocurrir durante la última campaña a la presidencia, y que
desde entonces se ha estabilizado en torno a las mil visitas semanales.
No tengo un club de
fans allí, que yo sepa; y si lo tengo, es inverosímil que tenga ese volumen y
consistencia. Imagino (quizás es solo imaginación mía) a equipos de analistas
descodificando diariamente cientos de miles de mensajes en apariencia inocentes
en busca de tramas ¿islamistas? ¿radicales? ¿subversivas?, como hacía Robert
Redford en Los tres días del cóndor.
El concepto de
alerta temprana (early warning) figura
en todos los manuales de defensa estratégica de la OTAN y otras organizaciones
militares. Es equiparable al de control remoto, que se utiliza más bien para calificar
a los mandos del televisor o de algunos juguetes electrónicos. Uno y otro
concepto configuran las coordenadas en las que nos movemos los ciudadanos del mundo a día de hoy. Un
mundo libre no significa necesariamente un mundo libre de vigilancia.