Los tres pilares
del mundo nuevo que se está constituyendo delante de nuestros ojos son la
innovación tecnológica, la mundialización de la economía y la sostenibilidad
como límite último e imprescindible del desarrollo. Entre los tres conforman un
marco que debe presidir tanto las decisiones como las relaciones entre
los distintos sujetos económicos que concurren en un “libre” mercado que de
libre tiene cada vez menos, en la medida en que las interdependencias van ocupando
espacios cada vez mayores y más decisivos.
Pero estos nuevos
puntos cardinales de un mundo en rápida evolución no tienen un carácter regresivo
ni coartador de libertades antes bien establecidas y asentadas. Quien recorta
no es el marco, sino el designio de quien detenta el poder legal o fáctico. En
sí mismos, los tres pilares ofrecen espléndidas oportunidades a la humanidad
para avanzar en el proceso secular de liberación del “reino de la necesidad” y
de humanización, para emplear el razonamiento dialéctico de Carlos Marx, que sostuvo la idea audaz de que la humanidad no nace sino que se hace, a través de una práctica exigente y lúcida.
Por esa razón
encabezo este ejercicio de redacción con las palabras de Miranda, en el quinto
acto de La tempestad, de William
Shakespeare.
La bella Miranda y su
enamorado Fernando, náufrago en la isla que ella habita, se han refugiado en
una cueva y juegan al ajedrez: un planteamiento bien extraño de la escena, seguramente
simbólico, por parte del dramaturgo. Ella insinúa que él le está haciendo
trampas, Fernando jura “por lo que vale el mundo” que jamás la engañaría, y Miranda
retruca que por su parte ella no solo le permitiría hacer trampas sino que juraría
ante una veintena de reinados que ha sido juego limpio.
En ese momento entran
en la cueva guiados por Próspero, el deus
ex machina de la trama, Alonso, rey de Nápoles y padre de Fernando, que lo
creía ahogado en el naufragio, y otros miembros de su séquito. Miranda se
asombra al ver sus ricos vestidos y porte majestuoso: «¡Oh prodigio! ¡Qué arrogantes criaturas son estas! ¡Bella humanidad!
¡Oh espléndido mundo nuevo, que tales gentes produce!»
He utilizado la
traducción canónica de don Luis Astrana Marín, en la edición de las Obras
completas de Aguilar. Fin de la cita, y vuelvo al inicio de mi razonamiento. Nuestro
mundo nuevo también es espléndido, por más que peligroso y propicio a los
naufragios. «No tengáis miedo de lo
nuevo», recomendó el sindicalista italiano Luciano Lama, y otro
sindicalista, José Luis López Bulla, ha recogido la cita y la ha colocado en el
frontispicio de un libro, de aparición inminente, que bien podría ser incluido
en el género – casi inédito – de la autoayuda sindical.
El consejo es
perentorio. Negar el mundo nuevo es renunciar a luchar por las oportunidades espléndidas
que ofrece. Refugiarse en las viejas certezas no sirve de nada, desde el
momento en que tales certezas ya no funcionan. El único camino para avanzar es,
con prisa pero con pausa, ir concretando un proyecto sindical y político sólido y novedoso,
capaz de afrontar los desafíos del mundo nuevo ajustándose al marco inamovible
delimitado por los tres pilares que he citado al principio: innovación tecnológica,
mundialización y desarrollo sostenible. Ahí está el quid.