Lo digo a
regañadientes y de mal humor. Entendería un procès
dirigido a una hipotética independencia de Catalunya si partiera de unos presupuestos
distintos y planteara unas perspectivas más claras. Lo entendería, digo, lo
cual es una operación estrictamente intelectual; no estoy diciendo que lo
apoyara.
Lo ocurrido con el
juez Vidal es otro síntoma de un descarrilamiento catastrófico, como mínimo de
las neuronas de muchas personas prominentes. Ese hombre ha redactado un borrador
de constitución para la futura república catalana, y lo ha entregado a las
autoridades, que lo tienen bajo llave para que el TC español no lo invalide. Es
inútil insistir en que las constituciones no se hacen así, que no son como el
interruptor que cuando se acciona enciende la luz, que son una norma legal de convivencia,
la legalidad suprema, la que exige mayor participación civil y consenso, como
garantía de un futuro común y compartido.
Se ha redactado una
constitución extralegal. Un oxímoron. No para regular la convivencia de los
catalanes, sino para exhibirla como un pasaporte ante las autoridades del mundo
mundial cuando llegue el momento de alzar el telón de la independencia. Se ha
redactado antes incluso del referéndum que debería indicar si la ciudadanía
está o no está por la labor. La gente votará (caso de que se vote) la
independencia sin conocer la norma que la va a regir. Por cierto, el referéndum
decisivo tampoco va a ser legal; será extralegal.
Tendremos, eso sí,
los datos fiscales de todos los catalanes, sin faltar ni uno, sin que nadie
pueda escaparse. No los tendremos legalmente, por supuesto, sino de forma
extralegal. Las autoridades del nuevo Estado offshore apuntan off the
record que se conformarían con que un cincuenta por ciento del censo pasara
a cotizar – por puro voluntarismo – a la extralegal Hacienda catalana. Tendríamos
así unos recursos fiscales al cincuenta por ciento, para empezar una nueva vida
de proscritos fuera de la ley. Contaríamos con cuasi embajadas en Lituania,
Escocia y las islas Feroe. Hay buenas perspectivas de ampliar el listado a
otros países. Entre esos países no están Francia, Italia, Alemania, Gran
Bretaña ni Estados Unidos. No se habla ni de Rusia ni de China. Pregunto,
¿adónde estamos yendo, qué sentido tiene este embrollado folletín de agentes
secretos?
La falta de
solidez, de concreción y de verosimilitud de una aventura en la que se
comprometen las constantes vitales de una nación antigua y respetable, se cubre
con un manto de charlatanería barata. Ahí también ha estado en primera línea el
juez Vidal con su one-man-show. Pero
también utilizan en dosis masivas la posverdad personajes como Mas, Puigdemont,
Junqueras, Forcadell, Munté y los entrañables muchachos de la CUP, tan cómodamente
situados a la izquierda de todo, dedicados a barajar con ilusión de cuarto de
los juguetes sus diez escaños.
Nadie atiende a las
juiciosas observaciones de un constitucionalista reputado como Javier Arbós, en
lo que se refiere al marco legal interno. Se da por descontado que la Unión
Europea se apresurará a validar nuestra admisión en el club, a pesar de las
declaraciones rotundas en contrario por parte de las autoridades competentes. Se
asegura que la ONU no dejará desamparada nuestra justa causa, sin que exista el
menor indicio de que tal cosa vaya a suceder.
Lo digo a
regañadientes y de mal humor: Catalunya se merece algo mejor. Por parte del
Estado, del gobierno español y de sus propios dirigentes.