Steven Forti, historiador y periodista fiable, ha trazado en el diario digital "bez" un resumen
plausible de lo que está sucediendo en la Italia política ahora mismo (1). En
sustancia, Matteo Renzi vuelve a la carga, con la autoestima intacta después
del descalabro referendal y con las mismas prisas de siempre. Recordaremos que
en su currículum figura haber descolocado a Bersani primero, arrollado a Letta
después, ninguneado a los sindicatos, promovido la Jobs Act en la misma línea
de las reformas poslaborales neoliberales de otros lugares de Europa (incluido,
cómo no, ese país en el que están ustedes pensando), y, finalmente, embestido a la
Constitución.
En esta última cuestión salió zarandeado, porque la Constitución
italiana es un punto de encuentro emocional para un amplísimo abanico de
personas, grupos e intereses democráticos. Lo cual no ha obstado para que Renzi
vuelva a las andadas después de un breve respiro, y empiece a quemar etapas preelectorales
para sucederse a sí mismo después del entremés del minigobierno Gentiloni, su chevalier servant.
Los continuos empujones de Renzi en todas direcciones están provocando un
esbozo de escisión en el PD hacia la izquierda, capitaneado por Bersani y D’Alema, dos ex
en la nomenclatura del partido, movidos por la irritación que les producen las
maneras prepotentes de su jefe, más que por temáticas de fondo. Poco recorrido
se puede augurar a un movimiento de esas características.
Sin relación con lo anterior, ha nacido otro partido de izquierda,
Sinistra Italiana. El Congreso fundacional ha tenido lugar en Rímini hace pocos
días. Algunos de sus valedores destacados han sido Sergio Cofferati, ex
secretario de la CGIL y ex alcalde de Bolonia; Stefano Fassina, economista y
político, escindido previamente del PD; Maurizio Landini, sindicalista de la
FIOM, y Nichi Vendola, fundador del SEL (Sinistra, Ecologia, Libertà) y presidente
de la región de Apulia. El presidente del nuevo partido, elegido en el
Congreso, es Nicola Frattoiani, procedente del SEL. La idea de aglutinar
fuerzas en torno al trabajo como eje central de la política puede ser acertada,
pero lo que hasta el momento ha prevalecido en la gestación del nuevo partido han
sido las desconfianzas recíprocas entre los grupos concurrentes. Poco más puede
decirse, dada la maraña de maniobras, tanto de fondo como puramente electoralistas,
que se están produciendo en Italia, en una situación confusa como pocas.
La izquierda europea, lo planteo como mera hipótesis de trabajo, sigue
desmigajándose. Mala noticia, si es así.