Hay congresos que
marcan la continuidad de una política ya en marcha; otros que significan un
cambio de rumbo, a veces profundo; otros aún, que escenifican un desacuerdo interno
grave o una ruptura en germen; alguno hay, en fin, tan prescindible que no
sirve para nada de particular, salvo para justificar una cuenta de gastos
abultada.
Prácticamente nunca
es posible deducir de cuál de los tres primeros géneros ha sido un congreso a
través de la lectura de los documentos congresuales. Si atendemos al tenor literal
de los documentos, todos los congresos acaban bien, todos son fructíferos y
prometedores. Y es que los escritos son propicios al enmascaramiento, y la sustancia
de los congresos no está en ellos, sino en el reconocimiento mutuo de sus
protagonistas y en la voluntad colectiva de aceptar – o no – un destino común. Por
decirlo con una sola palabra, es el “clima”, incluso cuando la tensión sube
hasta temperaturas peligrosas, lo determinante para la deriva poscongresual de
una organización. Dos personas pueden pelearse con ganas de coincidir; otras
dos, votar pacíficamente el mismo paripé con intención de hacer relucir las navajas al doblar
la próxima esquina. Incluso las mayorías y las minorías de las listas de
candidaturas son, en ambos casos, pormenores de una importancia secundaria.
De los dos congresos
celebrados el pasado fin de semana, uno, el del PP, ha sido descrito como una balsa de
aceite, pero eso difícilmente será cierto más allá de las dos o tres próximas
semanas porque, en línea con las preferencias más hondas de su conducator, se
han aplazado todas las decisiones pendientes. Se ha escenificado la hermandad y
la buena compaña con tantos grandes amigos enviados cruelmente a prisión, y a
lo más atrevido que se ha llegado es a ratificar el cargo de Cospedal retirándole
al mismo tiempo las (in)competencias correspondientes. Su sueldo sigue intacto,
sin embargo, añadido a otros tres como ministra, parlamentaria y secretaria de
Castilla-la Mancha. Dicen que los duelos con pan son menos, y los ingresos netos
de Cospedal dan para mucho pan.
El otro congreso,
el de Podemos, se anunciaba como una apuesta de alto riesgo por parte de Pablo
Iglesias. Más parece propaganda que realidad; en todo caso, cabe preguntarse
cuál era, en el fondo, la auténtica “apuesta”, y mucho en el futuro de la organización depende
de una respuesta veraz a esta pregunta.
Los resultados
numéricos, en todo caso, han sido nítidos en lo que se refiere a nominaciones y
porcentajes. Faltan aún noticias concretas respecto de los resultados prácticos
para la marcha del colectivo. Las buenas o malas nuevas solo llegarán, como en
el otro congreso, dentro de un par o tres de semanas, cuando se haya disipado
la polvareda mediática.