viernes, 7 de diciembre de 2018

CAZA, TOROS Y "CUÑAOS"



El Belén de plaza Sant Jaume de Ada Colau y la prohibición de Manuela Carmena de la circulación en el centro de Madrid han sido blancos obvios de las iras de los bien pensantes de posibles.

Digo que han sido blancos “obvios”, no porque se trate de medidas criticables, sino por ser iniciativas de dos alcaldesas que caen rematadamente mal a la beautiful people. Alcaldesas de izquierdas, para entendernos. Más aún, de izquierdas-izquierdas, inequívocas; la una defendía a los obreros en el TOP del tardofranquismo, y la otra encabezó una plataforma ciudadana de lucha contra los desahucios. Inadmisible. A la gente de relumbrón le irritan en general los desharrapados con mando en plaza; solo hay una cosa que les irrite aún más, hasta el paroxismo por expresarlo de alguna manera, y es que no se trate de desharrapados sino de desharrapadas.

En consecuencia, el Belén de Sant Jaume y Madrid Central son objeto a diario de innumerables tuits descalificadores. De manera genérica, ambas alcaldesas han sido acusadas repetidamente de comunismo. El comunismo es un cajón de sastre cómodo que abarca todo aquello que favorece al pobreterío y el andar a pie. Pero de haber colocado Colau un Belén de muchas campanillas la habrían acusado de dilapidadora, y de haberse quedado Carmena cruzada de brazos ante el problema del tráfico en el centro mismo de su dominio municipal, le habrían reprochado los embotellamientos monumentales. Prueba de ello, una afirmación de la portavoz del PP de Madrid, que riza el rizo de lo absurdo: sostiene Isabel Díaz Ayuso que los carriles bici han sido colocados aposta por la alcaldesa en lugares estratégicos con el fin de exacerbar los atascos.

En este ambiente tóxico en todos los sentidos, la ministra de Medio Ambiente, Teresa Ribera, ha ejemplificado su cariño hacia los animales y la naturaleza con la expresión de un desiderátum utópico, inalcanzable: «Si de mí dependiera, prohibiría la caza y los toros.» Los “cuñaos” de siempre le han saltado encima, faltaría más. Toda la caterva de autores, coautores, fautores, cómplices, paniaguados y abogados defensores de la Ley Mordaza se han reconvertido en líderes de Mayo del 68 para espetarle: “Prohibido prohibir.” No han pedido su dimisión (por lo menos, no han llegado a Egáleo ecos de tal petición), pero han lamentado que nos gobiernen personas así, intrínsecamente perversas y sin escrúpulos: “¿Hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?”, han clamado con poses ciceronianas.

Y solo llevamos unos meses de gobierno socialista.