Los ejemplos son
muy numerosos. Seguramente el hecho de querer al mismo tiempo una cosa y su
contraria es un distintivo característico de la política de hoy mismo. Doña
Theresa May está empeñada en separarse de Europa siguiendo al mismo tiempo en
Europa a todos los efectos favorables. Jean-Claude Junker tuvo la ocurrencia de
calificar de “nebulosa” esa doble aspiración, y estuvo a punto de recibir un
par de guantazos de la irascible dama tory. “¿Nebulosa? ¿Me has llamado
nebulosa?” “No, no, Theresa, era solo una metáfora.” “Metáfora la que voy a
darte yo ahora mismo, indino.” A ultimísima hora, May se dio cuenta de que
había cámaras grabando, y se retuvo. Pero el nebuloso principio de su
argumentación subsiste: quiere irse de Europa y seguir estando en Europa. O por lo menos, seguir recurriendo al bolsillo europeo indefinidamente para sus pequeños gastos.
En un terreno muy
distinto, pero con un mecanismo muy parecido, el independentismo suspira por un
Consejo de los ministros de España en Barcelona, al mismo tiempo que lo
califica de provocación. Quiere negociar de forma bilateral, pero exigiendo como
punto inexcusable de partida (y de llegada) el reconocimiento del derecho a la
autodeterminación de Cataluña. Quiere sentarse a la mesa en busca de
soluciones, pero solo de las soluciones que tiene en mente, y no otras. Quiere
un ambiente de cordialidad, pero con el edificio rodeado por un mar infinito de
chalecos amarillos, con los accesos a la capital cortados, y con un sinfín de
pancartas que califiquen a los visitantes con el nombre del puerco, así en
catalán como en inglés.
De todo ello
alguien espera sacar beneficios electorales, pero es improbable que sea ninguno
de los dos bandos negociadores. Hay formas más sencillas de tratar una
insurrección. Sin ir más lejos, el líder de Vox Iván Espinosa de los Monteros
propone declarar Cataluña tierra de misión y, siguiendo el catón ya utilizado
por imperios anteriores, emprender un proceso a largo plazo de evangelización
de los infieles, sobre la base de importar de Guadalajara un plantel de maestros
de escuela que adoctrinen a los catalanitos en las quintaesencias patrias.
El plan de Espinosa
parece a primera vista poco viable, dado que el censo de maestros en la
provincia de Guadalajara es claramente insuficiente para cumplir ese objetivo.
Pero sobre todo, la iniciativa responde una vez más al principio antes
denunciado de querer al mismo tiempo dos cosas incompatibles: destruir Cataluña
y conservarla a disposición, comerse el pastel y guardarlo en la despensa simultáneamente.
May desea convertir
a Europa en una pedanía de Birmingham; Torra, convertir a España en una pedanía
de Bescanó; Espinosa, convertir a Cataluña en una pedanía de Guadalajara. Pero unas pedanías que sigan siendo, a todos los efectos y virtudes, Europa, España y Cataluña. Y eso no es posible.
Propongo como alternativa general una promoción de maestros de escuela que enseñen a todos ellos a deslindar los objetivos, guardar las proporciones y respetar diferencias muy hondas y muy arraigadas entre las personas y los pueblos, porque ser diferente hace muchos siglos que ha dejado de ser pecado, y escuchar las razones del diferente es el primer paso inexcusable para la convivencia.
Propongo como alternativa general una promoción de maestros de escuela que enseñen a todos ellos a deslindar los objetivos, guardar las proporciones y respetar diferencias muy hondas y muy arraigadas entre las personas y los pueblos, porque ser diferente hace muchos siglos que ha dejado de ser pecado, y escuchar las razones del diferente es el primer paso inexcusable para la convivencia.