sábado, 15 de diciembre de 2018

QUERER UNA COSA Y SU CONTRARIA


Los ejemplos son muy numerosos. Seguramente el hecho de querer al mismo tiempo una cosa y su contraria es un distintivo característico de la política de hoy mismo. Doña Theresa May está empeñada en separarse de Europa siguiendo al mismo tiempo en Europa a todos los efectos favorables. Jean-Claude Junker tuvo la ocurrencia de calificar de “nebulosa” esa doble aspiración, y estuvo a punto de recibir un par de guantazos de la irascible dama tory. “¿Nebulosa? ¿Me has llamado nebulosa?” “No, no, Theresa, era solo una metáfora.” “Metáfora la que voy a darte yo ahora mismo, indino.” A ultimísima hora, May se dio cuenta de que había cámaras grabando, y se retuvo. Pero el nebuloso principio de su argumentación subsiste: quiere irse de Europa y seguir estando en Europa. O por lo menos, seguir recurriendo al bolsillo europeo indefinidamente para sus pequeños gastos.

En un terreno muy distinto, pero con un mecanismo muy parecido, el independentismo suspira por un Consejo de los ministros de España en Barcelona, al mismo tiempo que lo califica de provocación. Quiere negociar de forma bilateral, pero exigiendo como punto inexcusable de partida (y de llegada) el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Cataluña. Quiere sentarse a la mesa en busca de soluciones, pero solo de las soluciones que tiene en mente, y no otras. Quiere un ambiente de cordialidad, pero con el edificio rodeado por un mar infinito de chalecos amarillos, con los accesos a la capital cortados, y con un sinfín de pancartas que califiquen a los visitantes con el nombre del puerco, así en catalán como en inglés.

De todo ello alguien espera sacar beneficios electorales, pero es improbable que sea ninguno de los dos bandos negociadores. Hay formas más sencillas de tratar una insurrección. Sin ir más lejos, el líder de Vox Iván Espinosa de los Monteros propone declarar Cataluña tierra de misión y, siguiendo el catón ya utilizado por imperios anteriores, emprender un proceso a largo plazo de evangelización de los infieles, sobre la base de importar de Guadalajara un plantel de maestros de escuela que adoctrinen a los catalanitos en las quintaesencias patrias.

El plan de Espinosa parece a primera vista poco viable, dado que el censo de maestros en la provincia de Guadalajara es claramente insuficiente para cumplir ese objetivo. Pero sobre todo, la iniciativa responde una vez más al principio antes denunciado de querer al mismo tiempo dos cosas incompatibles: destruir Cataluña y conservarla a disposición, comerse el pastel y guardarlo en la despensa simultáneamente.

May desea convertir a Europa en una pedanía de Birmingham; Torra, convertir a España en una pedanía de Bescanó; Espinosa, convertir a Cataluña en una pedanía de Guadalajara. Pero unas pedanías que sigan siendo, a todos los efectos y virtudes, Europa, España y Cataluña. Y eso no es posible.

Propongo como alternativa general una promoción de maestros de escuela que enseñen a todos ellos a deslindar los objetivos, guardar las proporciones y respetar diferencias muy hondas y muy arraigadas entre las personas y los pueblos, porque ser diferente hace muchos siglos que ha dejado de ser pecado, y escuchar las razones del diferente es el primer paso inexcusable para la convivencia.