Casi treinta y nueve
años después, el 18 de noviembre de 2018, se inauguraron en su memoria los
Jardines Yolanda González, en el distrito madrileño de La Latina. Es sabido que
en Madrid sigue activa una oposición formidable a que se cambien nombres de calles tales
como “Millán Astray” o “Caídos de la División Azul”. Pues bien, la placa en la
que constaba el nombre de Yolanda fue tachada el día 24 con una esvástica. La
placa fue limpiada y restaurada, y entonces la arrancaron, la deformaron a
golpes y la dejaron tirada en el suelo. Fue sustituida el pasado fin de semana por
un cartel plastificado, y el martes, anteayer, el cartel fue objeto del tercer
atentado consecutivo contra la memoria histórica de Yolanda. Dice Josefa, la
vecina que encontró la placa en el suelo: «Esto no es un loco, un chico, un
chaval que viene al parque, quita la placa y se lía a mazazos con ella; es un
grupo de fascistas del barrio.»
Algunos se
preguntan por qué Yolanda. No fue una dirigente, no se había significado de una
forma particular en aquellas jornadas tensas de transición a una democracia
deseada por casi todos, aborrecida por unos pocos.
La pregunta no
sobra. Podría haber sido igual cualquier otra víctima de la violencia fascista de
la misma época. No es odio a Yolanda en particular, es odio a la inscripción de
su nombre, a la memoria histórica. Y luego, seguramente, los Jardines Yolanda
González están en el barrio, visibles quizá desde la ventana, a pocos metros tal
vez del portal de alguno de los agresores.
El ataque pretende
eliminar la memoria de aquello que ocurrió en realidad. El mensaje nos lo
envían personas insatisfechas con el rumbo de los acontecimientos en Madrid y
en España; con la moción de censura, con el gobierno socialista y feminista, con
el proyecto de exhumar la momia de Franco, con la busca de una solución
política (preferirían una “solución” militar) para el problema catalán.
Personas maceradas
en aguardiente y en rencor nos transmiten a golpes de martillo su negativa a que
se conmemore lo que ocurrió en este país. No son locos, ni gamberros, ni nostálgicos. Son fascistas y están organizados. Borraron a Yolanda González de la
faz de la tierra, y ahora quieren borrar su recuerdo, una y otra vez. Esa es su
amenaza implícita: pretenden convertir en coto cerrado la historia, la memoria, el monumento y la celebración. Y reservarse ellos el derecho de admisión.
La vieja herida cerró
en falso, y ahora vuelve a supurar. En los Jardines Yolanda González, del
distrito de La Latina, y en más lugares, y a propósito de otros sucesos.