martes, 4 de diciembre de 2018

EUROPA, DE LA RAÍZ DEL MAL AL REMEDIO POSIBLE


Todos hemos coincidido en la idea de que las elecciones andaluzas tenían el plus de ser el preámbulo necesario hacia unos cambios profundos en la estructura del país; parece entonces de cajón constatar que queda un tiempo escaso para tratar de erradicar los brotes verdes de cizaña que han despuntado en el lugar donde menos se los esperaba.

La avería grave detectada el domingo pasado afecta a todas las partes de la maquinaria. Vamos tomando conciencia colectiva de que el problema no lo tienen solo los catalanes, y de que a los españolitos no nos ha tocado en la tómbola lidiar quieras que no con el fastidioso problema catalán, cuando todo lo demás que nos rodea son tortas y pan pintado de la marca España. En Andalucía se ha abierto un socavón metafórico tan grande como el real que apareció de repente en Alcalá-Gran Vía, en el mismo centro de Madrid. Y si empezamos a escarbar, resultará que detrás de las imponentes columnas de la fachada de la nación no hay más que un gran espacio hueco, y debajo del cielo protector se extiende solo el desierto de los tártaros.

Ni España “va bien”, ni sus municipios y autonomías están para tirar cohetes. El tirón electoral de un candidato, el tuit afortunado de otro, la puesta en escena trepidante de un mitin posmoderno, pueden servir para arrancar puñados de votos; pero la acción de gobierno es otra cosa. A nadie se le ocurre resolver el problema de la precariedad laboral, del salario mínimo, de las pensiones, de las listas de espera en la sanidad, con un tuit sarcástico o un show televisado. La realidad virtual y las redes sociales sirven para muchas cosas, pero no se puede pretender que suplanten con éxito a la realidad real. La realidad real, lo dijo Carlos Marx, es tozuda.

Se aleja la perspectiva de un macrodomingo en el que votarlo todo a la vez; los riesgos serían excesivos. Pero cobra una importancia particular la votación europea. La derecha (nuestras derechas en concreto) no ama a Europa; la izquierda, sí. La izquierda de los países del sur, especialmente, tal vez por la nostalgia, que apuntaba Enric Juliana, de un Imperio romano que nos vertebre y nos llene de sentido.

Pero ocurre con Europa que también está llena de socavones. Es una posible vía de solución de nuestros problemas, y también está en la raíz misma de algunos de nuestros males.

Estamos en la ocasión de tomar conciencia de la extensión de la avería que nos tiene paralizados en medio de ninguna parte, y poner los medios adecuados para repararla. El tiempo apremia. Es urgente, y tiene una importancia trascendente, ir a las inminentes elecciones europeas con un proyecto colectivo para Europa bien armado y debatido no solo entre nosotros, sino con los demás países del sur. 

En él deben encajar sin incomodidades ni estrecheces las peculiaridades de Andalucía, y de Cataluña, y de España, y de nuestros vecinos del norte y del sur; y las esperanzas de mejores condiciones de vida para la mayoría, y más empleo, y un aire más puro y unas aguas menos contaminadas, y energías limpias en todos los sentidos para mejorar la cooperación, la empatía, la solidaridad capaz de rellenar los socavones que el miedo ha hecho aparecer, y de dar solidez al suelo que pisamos. Con confianza.