Un grupo muy selecto de catalanes experimenta los beneficios de la vía acuática eslovena en el río Liublianica (foto: Carmen Martorell)
Unos 800 catalanes
viajaron a Bruselas en el puente de la Constitución para presenciar en directo la
ceremonia de la creación del Consell català per la República.
No parecen muchos. De
haber hecho el viaje todos los funcionarios que ocupan puestos de confianza de
la “Gene” y dependen económicamente a todos los efectos de la continuidad del
invento, ya serían muchos más.
Tampoco el acto fue
muy engrescador. El president Torra afirmó que traía “muy buenas noticias” de
Eslovenia. Las buenas noticias se reducen a que, en su opinión, Cataluña puede
y debe seguir la vía eslovena hacia la independencia. Torra considera como “vía
eslovena” la firme resistencia interna a una invasión militar desde el exterior.
No considera que valga la pena hacer entrar en el paquete un referéndum provisto
de todas las garantías legales, con cifras de participación altísimas y más del
90% de síes. Este último requisito, que sí se dio en Eslovenia, sería sin duda un detalle circunstancial y accesorio.
La llamada “guerra
de los diez días” produjo en Eslovenia más de 60 muertos y unos 300 heridos. Esta
es, al parecer, la vía que se le propone a Cataluña. «Ya no hay marcha atrás y
estamos dispuestos a todo para vivir libres», dijo Torra.
¿Quiénes “estamos”
dispuestos a todo? ¿Dónde encajan sesenta muertos (o los que sean) en el cuadro
que se nos pinta?
Toni Comín remachó
el clavo: «El tramo que nos queda hasta llegar al final, no tenemos que
engañarnos más, será dramático. Ha llegado la hora de pagar el precio alto,
injusto, pero inevitable de nuestra libertad.»
Solo veo una frase
realmente convincente en su discurso. Es esta: “No tenemos que engañarnos más.”
De modo que los
indepes ya saben ¡por fin! lo que les espera: el mito de la independencia low cost y la prosperidad inmediata
subiendo en flecha ya no es de recibo. Sacrificios. Muertos. Guerra de
resistencia. Los CDR cortando carreteras, asaltando a los Mossos y reclamando
dimisiones de consellers del Interior patriotas. Fumatas negras de neumáticos
quemados contaminando el ambiente. Soportar con estoicismo un nuevo 155; muchos
155 en cadena, caso de ser indispensable.
Cito una vez más a Enric
Juliana, experto en las complejidades poliédricas de una sociedad, la catalana,
que Puigdemont y sus adláteres ven en clave unidimensional: «La izquierda
consiguió ensanchar la complicidad social del catalanismo en tanto que este
ensanchaba las posibilidades de movilidad y de ascenso social… La sociedad
inclusiva era muy atractiva en los años ochenta y noventa… Era un equilibrio
fantástico… En la amarga poscrisis que nos aguarda se ha roto la inicial ecuación catalanismo igual a progreso social
que interesó a una parte importante de los catalanes venidos de fuera. Muchos
independentistas ni siquiera se han dado cuenta.» (Nudo España, pp. 388-89. La cursiva es mía).
Ciudadanos ha
ejercido en Cataluña ─ al margen de lo que está ofreciendo y representando en
otros territorios ─ de palanca de freno a una intención solipsista de tirar
adelante con medio país y contra el otro medio. Fue el partido más votado en
las últimas elecciones autonómicas. Las próximas pueden dar una correlación de
fuerzas todavía más chunga.
Aquí no estamos en
Eslovenia, señor Torra; pero de Eslovenia se pueden extraer muchas lecciones,
si hay ánimo para sacar conclusiones, y buena fe para no tergiversarlas.