domingo, 2 de diciembre de 2018

MIEDO AL FUTURO


Dio el aviso el historiador Josep Fontana: «el futuro es un país extraño». Antes, y con ese “antes” me refiero sobre todo a los treinta años gloriosos de la historia del siglo anterior, todos teníamos prisa por llegar a un futuro que se nos antojaba próximo y amable. Luego sonaron las trompetas del apocalypse now manejadas por Reagan más Thatcher, Francis Fukuyama anunció el final de la historia (otra manera de avisar del fin del mundo), y recomenzó en todos los ámbitos de la sociedad global la historia nueva/vieja del miedo al futuro.

De esta forma lo expresa Enric Juliana en su reciente libro conversación con Pablo Iglesias (Nudo España, p. 289): «Percibo miedo en la sociedad. Quizá me estoy haciendo mayor y ese miedo que percibo es mi propio miedo. La gente quiere certezas y seguridad, porque todo se está desestructurando a su alrededor: el trabajo, la familia, las relaciones personales, la política, la nación, la Unión Europea, el mundo… La gente necesita asideros en una fase como la actual.»

Para esa gente que quiere certezas, el miedo al futuro se disfraza con frecuencia de mitificación del pasado. Ese debe de ser el origen de la pulsión que está haciendo revivir los fantasmas de todos los nacionalismos, de todas las murallas levantadas apresuradamente para impedir el paso libre de los “otros”. A falta de certezas convincentes, se recurre a fantasmas desvaídos. A falta de acción de gobierno, se urge a la construcción de un “relato” de gobierno, según frase de Pilar Rahola señalada con agudeza por José Luis López Bulla en su blog (1).

Jordi Sánchez ha iniciado una huelga de hambre indefinida en la prisión de Lledoners. Le secunda Jordi Turull, en su eterno papel de acólito de esta clase de iniciativas. Fue Turull quien alardeaba hace no tanto de “no tener miedo” a las consecuencias jurídicas previsibles de la doctrina unilateralista. Ahora está de nuevo en el tajo.

La nueva performance de Sánchez y Turull va dirigida a detener la carrera del tiempo, a impedir cualquier posible avance de un desenlace pactado y consensuado de la situación de atasco que oprime por los cuatro costados a Cataluña. Va dirigida a añadir precipitadamente nuevos palos al sombrajo del procés cuando empieza a aflorar a la superficie el hartazgo de la población, excluidos los grupos de fieles acérrimos: la ANC, los CDR. Va dirigida a la defensa del relato contra la realidad, mientras en la calle se agitan ya otras reivindicaciones, consideradas “insignificantes” desde la Generalitat de Waterloo en particular por una razón: que apuntan al futuro, que miran en la dirección que no interesa. Porque el futuro, lo nuevo, da miedo.