Se ha producido un
deterioro irreversible en la cadena de mando del independentismo catalán. Artur
Mas, el verdadero inventor del producto acabado, se llamó a sí mismo astuto. No
recuerdo bien si el epíteto se lo adjudicó él en persona, o si, por más que la
modestia no ha sido nunca una de sus cualidades, aquello fue una iniciativa de
Quico Homs, su portavoz y chico para todo. Homs no era astuto, pero su candidez
reflejaba magnificada la sabiduría providencial de su ídolo. Era un caso
parecido al del doctor Watson, según relatan las crónicas escritas por Conan
Doyle. Cuando Sherlock Holmes tenía alguna ocurrencia extravagante, a Watson se
le caía literalmente la baba. Jamás se le habría ocurrido expresar las cautelas
sensatas de un Sancho Panza ante los arrebatos de su amo (“Mire bien vuesa
merced que no son gigantes, que son molinos”). Al revés, su reacción en una
situación parecida habría consistido en exclamar: “¡Qué inteligencia prodigiosa
la de este hombre, capaz de descubrir gigantes donde nosotros, comunes
mortales, solo alcanzamos a ver molinos!”
Esa era exactamente
la actitud mental de Quico Homs.
Después vino Carles
Puigdemont, que prefirió ser su propio portavoz y asaltó los platós de TV3 para
jalearse a sí mismo con cualquier motivo. En el tránsito de uno a otro perdimos
a la Voz de su Amo. Fue una pérdida dolorosa; aquel susurro nos tranquilizaba al
asegurarnos que todo había sido previsto y el Gran Arturo estaba escribiendo
derecho con renglones torcidos. Cuando veíamos a Puchi en TV3, entrevistado tal
vez por Mónica Terribas, por el contrario solo percibíamos a un majareta (dos
si incluimos a Mónica) que soltaba incongruencias. Puigdemont se tomaba a sí
mismo por Napoleón Bonaparte, y nosotros intuíamos ya entonces ─ correctamente
─ que acabaría en Waterloo.
Después de Puchi,
han llegado Quim Torra y su portavoz Elsa Artadi. Los últimos de la fila. Los
más destacados del pelotón de los torpes. Torra no ejerce de jefe de gobierno
ni de líder del movimiento, ejerce de hooligan.
Artadi le secunda, explicando que el consejo de ministros en Barcelona,
repetidamente solicitado desde la Generalitat para aproximar posturas, es una
provocación, y que no se pueden prohibir, y no se van a prohibir, las
protestas.
Las protestas de
los CDR están desbordando ya los límites de aquel marco de no-violencia
teorizado en su día; pero no se van a impedir desde el govern porque entran dentro de la novedad de una lógica eslovena.
Cuando el
presidente Sánchez interpeló a Torra acerca del corte durante quince horas de
la autopista AP7, Torra no pudo contestar porque estaba en el monasterio de
Montserrat cumpliendo 48 horas de ayuno en solidaridad con los presos.
Contestó en su
lugar Elsa Artadi. De sus palabras se desprende, si no me equivoco, que puesto
que “nosotros” somos demócratas, todo aquello que hacemos es democrático; y
puesto que el gobierno de Madrid, cualquier
gobierno de Madrid, nos oprime, todo aquello que haga el actual gobierno de
Madrid es opresor.
La democracia ha
dejado de ser el terreno de juego de todos. Ahora es una táctica que sirve solo
para jalear permanentemente a los “hunos” y descalificar sin remedio a los “hotros”.
Quién iba a
decirnos que llegaría el momento en que añoraríamos la prudencia de Mas y la
sensatez de Puigdemont.